Espí­as y Halcones


El mundo ya no es como en la Guerra Frí­a del siglo pasado, en la que dos superpotencias militares necesitaban equilibrar su poderí­o y el potencial daño del uno sobre el otro, haciéndole saber a cada cual de su capacidad en arsenal nuclear. Esos eran años en los que el mundo estaba partido en Este y Oeste de acuerdo a la adscripción ideológica; la maquinaria mediática de uno, creó un imaginario colectivo en el que era visto como el bueno, la tierra de éxito, brindador de libertad y derechos; y el otro era el lado oscuro de la fuerza. Una de estas potencias se convirtió en imperio hegemónico en tanto que disuadió al mundo por diversos medios sobre todo bélicos, sobre lo que serí­an las reglas del juego que el resto de paí­ses debí­an seguir; abrazó el capitalismo como sistema-mundo llegando a ser en tanto Estado, una de sus mayores instituciones en el marco del moderno sistema mundial que empezarí­a su declive en la segunda mitad de ese siglo. En este sentido vale una puntualización de rigor, la denuncia de llamar imperialismo estadounidense, fusionando de facto al paí­s con el capitalismo como una sola cosa, fue un error estratégico que daba por descontado a esta nación, como la única leviatánica en el contexto mundial. El sistema de relaciones en el mundo ha sido capitalista en tanto funciona esencialmente sobre la premisa de acumulación que no se detiene y que mercantiliza todo.

Julio Donis

En aquellos años cada potencia desarrolló grandes aparatos de espionaje a niveles de sofisticación inimaginables, y cuyo fin era a través de la baja intensidad, infringir las fronteras del oponente para conocer sus planes militares y polí­ticos. Hoy el mundo es multipolar, y el imperio «vencedor» tiene relativizada su hegemoní­a que se presume sostenida ya solo por lo militar, nuevos actores en la escena mundial también quieren sobreponerse o por lo menos participar en la nueva lógica de la economí­a mundial con sus nuevos botines, los recursos naturales, en lo que parece será la batalla final por el planeta. La disuasión militar ya no es el elemento que define la balanza, las guerras ya no son necesariamente bélicas, y de caracterí­sticas convencionales están transitando a guerras especializadas en las que no están claros ni los oponentes ni los motivos.

En medio de esta nueva realidad mundial que nos arrastra vertiginosamente, descubrimos con asombro la denuncia del servicio secreto estadounidense al develar el funcionamiento de una célula de espí­as con supuesta vinculación al Servicio de Inteligencia Ruso, acusados hasta ahora, solo de ser agentes extranjeros y quizá de lavado de dinero; la denuncia del grupo incluye personas de origen latino denunciadas de tratar de «americanizarse» a través de hábitos como tener familia, llevar a los hijos a partidos de deporte, etc., ¿acaso no es esa la manera de adaptación de cientos de migrantes, absorbidos por la búsqueda del sueño americano? También se reveló la utilización de métodos y elementos caracterí­sticos del espionaje de siglo pasado como tinta invisible, pasaportes falsos, intercambio de maletines idénticos, lo cual resulta risible de creer en tiempos de sofisticación tecnológica; así­ como ya no se necesita el soldado en el campo de batalla, tampoco es rentable ya el espí­a en el territorio ajeno. Este capí­tulo de pelí­cula hollywoodense al estilo «Tí­rese después de leer» sucedió recién concluido el encuentro Obama-Medvedev. El decaimiento del imperio sucederá inevitablemente por sus mismos agentes, los llamados halcones negros, quienes reticentes y ciegos por su propia alienación fundamentalista, tratarán por cualquier medio conspirativo, conservar el estatu quo, aferrados a la idea histórica en la que un imperio imponí­a su visión de la realidad. Así­ como un camión tarde en frenar por la masa de su composición, aún veremos a América tomando su tiempo en detenerse.