Ya no está la casa de ventanas cubiertas y alarmas improvisadas en que Ariel Castro mantenía cautivas a tres mujeres por casi una década. Tampoco están los carteles, colgados de ventanas y postes de luz, con las fotos de las mujeres en que se rogaba información al público sobre su paradero.
Pero algo sí permanece, al cumplirse un año desde el dramático rescate de las tres mujeres: la esperanza de los familiares de otras víctimas que vivían en la zona y que siguen desaparecidas.
Para aquellas familias, el rescate de las mujeres les despertó esperanzas, pero el año que ha pasado sólo ha producido escasas pistas, búsquedas infructíferas y, en un caso, un final triste.
«No puedo decir que estemos envidiosos, pero estamos desilusionados de que nuestros casos no se han resuelto», dijo el amigo de una mujer que lleva desaparecida desde el 2007. «Lo que queremos es conciliación. Ya sea porque ella regrese, o al menos saber qué le pasó».
Cundió el optimismo en las caóticas horas después de que Amanda Berry pateó una puerta y salió libre en mayo pasado. En el piso de arriba, la policía encontró a Gina De Jesús y a Michelle Knight. Habían sido raptadas de la calle en incidentes distintos en 2002 y 2004 y mantenidas encerradas en la casa de Castro, dijeron las autoridades.
A dos millas (3,2 kilómetros) de ahí, Albert Kleckner quedó estupefacto viendo la noticia por televisión. «Tenía la esperanza de que mi hija sería la próxima», comentó.
Unas cuantas familias acudieron al hospital donde las mujeres recién liberadas estaban siendo examinadas. Tonia Adkins estaba tan ansiosa que no podía manejar, por lo que le pidió a una vecina que la llevara para ver si su hermana Christina, quien desapareció en 1995, había sido encontrada.
«Teníamos enormes esperanzas, y súbitamente, se esfumaron», expresó Adkins.
El hallazgo de las tres mujeres secuestradas generó pistas sobre el paradero de Christina Adkins, de 18 años, y de una muchacha de 14 que desapareció hace años en la misma zona. Los detectives averiguaron el pasado de Castro para ver si había participado en otros secuestros, pero no hallaron prueba alguna.
Los familiares de las víctimas protagonizaron marchas y repartieron volantes en las calles, rogando ayuda para conseguir a sus seres ausentes. «Esto nos ha dado un sentido de unidad y de urgencia», declaró Angel Arroyo, un cura que ha ayudado a las familias en Cleveland.
Arroyo y el padre de Gina De Jesús fueron de puerta en puerta al reportarse que otra joven había sido secuestrada en una ciudad adyacente. Félix De Jesús también fue con familiares de otra mujer desaparecida a una marcha para recordarla.
«En el fondo la gente ya había perdido sus esperanzas, pero él no las perdió», comentó Manuel Walker, cuya madre, Gloria Walker, fue vista por última vez en la zona oriental de la ciudad hace siete años. «El hecho de que su hija fue rescatada nos da esperanzas».
La lista de desaparecidos en Cleveland, una ciudad de poco menos de 400 mil habitantes, comprende aproximadamente uno de cada diez casos irresueltos en todo el estado. Hubo 2.800 casos de personas desaparecidas sólo el año último, según cifras de la policía de Cleveland.
En la mayoría de los casos, la persona es hallada en pocos días o semanas, pero 23 personas llevan más de un año sin ser encontradas, algunos incluso desde la década de 1990.
Christina Kleckner tenía 24 años cuando se fue de su casa después de una pelea hace más de dos años, y nadie la ha vuelto a ver.
Su padre, Albert, no ha dejado de buscarla. Cuando viaja por el vecindario, toma una ruta distinta en cada ocasión, con la esperanza de verla en algún vehículo o balcón.
Con frecuencia coloca carteles en calles y esquinas, pero suelen ser tapados con afiches publicitarios. Los dueños de las tiendas le permiten colgar su cartel por sólo dos semanas.
«En muchos lugares simplemente los quitan», expresó.
Su hija tiene problemas de desarrollo y no es capaz de cuidarse a sí misma.
«Alguien la tiene, lo que no sabemos es si es contra su voluntad o voluntariamente», expresó.
Con frecuencia, los desaparecidos son personas que se han ido de sus casas o que ya han perdido contacto con sus familias.
Cinco años atrás, la policía de Cleveland recibió una andanada de críticas tras el hallazgo de los restos de once mujeres en la casa de un hombre, que seguidamente fue sentenciado a muerte.
Desde ese entonces la policía ha modificado sus prácticas en casos de personas desaparecidas. Pero activistas como Arroyo insisten en que las autoridades deben ser más proactivas en esos casos. Se ha reunido con legisladores a fin de debatir mejores maneras de emitir alertas al público cuando alguien desaparece.
Los detectives sospechaban que Christina Adkins se había escapado de su casa cuando desapareció en 1995. Llevaba cinco meses de embarazo y se había peleado con el novio. Sus familiares dijeron que tuvieron escaso contacto con los investigadores hasta 2009, cuando el FBI y la policía los llamaron.
Pero no fue sino hasta el rescate de las mujeres en la casa de Ariel Castro que se logró avanzar en el caso.
«La gente se había olvidado de mi hermana», comentó Tonia Adkins. «El hallazgo de esas tres jóvenes finalmente despertó al público. La gente dijo, ‘hay algo que no va bien aquí»’.
Empezaron a llegar las pistas. En agosto, menos de una semana antes de que Castro se suicidara en la cárcel, agentes del FBI registraron una vivienda a cuatro cuadras de donde vivía Castro. Aproximadamente un mes después, revisaron un parque y luego en una zona aledaña a una carretera.
Encontraron sus restos en una alcantarilla, luego que un preso, condenado por abuso sexual, confesó y llevó a los detectives al lugar. Elías Acevedo, quien vivía a poca distancia de Castro, se declaró culpable de matar a Christina Adkins y a otra mujer en diciembre pasado, y cumple cadena perpetua.
Tonia Adkins dice que tras enterarse de la suerte de su hermana, siente que le han quitado un peso de encima.
«Estuve 18 años culpándome a mí misma», expresó. «Mis padres pasaron 18 años culpándose a sí mismos. Ahora sabemos que no había nada distinto que pudiésemos hacer».
EL CASO KAMPUSCH
Natascha Kampusch fue secuestrada por Wolfgang Priklopil, de 36 años, el 2 de marzo de 1998. Era una niña de 10 años y vivió con su captor hasta el 23 de agosto de 2006, cuando logró fugarse de la casa unifamiliar de Priklopil, en Strasshof, un suburbio de Viena. Afirmó que fue objeto de abusos sexuales por parte de su secuestrador. Un agente dijo que al informar a la joven del suicidio de su supuesto raptor ella se echó a llorar, lo que parecía confirmar el síndrome de Estocolmo. «Lo que él me hizo no se borra y resurge con regularidad. Intento adaptarme a ello y asumirlo en la medida de lo posible», dijo la joven, en su primera aparición mediática.
EL MONSTRUO DE AMSTETTEN
Elisabeth Fritzl fue secuestrada y violada durante 24 años por su padre, Josef Fritzl, en el sótano de su casa en Amstetten, 150 kilómetros al oeste de Viena. El horror terminó en abril de 2008, cuando fue hospitalizado uno de los siete niños producto de la relación incestuosa. Josef Fritzl fue condenado a cadena perpetua. «No soy un monstruo», declaró Fritzl según el texto enviado por su abogado, Rudolf Mayer, al diario austríaco Osterreich. «Podría haberlos matado a todos y no habría pasado nada, nadie lo hubiera sabido nunca», agregó, en referencia a su hija, Elisabeth, y a los seis hijos que le engendró, además de un séptimo que falleció.
HORRIBLE CASTIGO
En junio de 2008, cerca de Caserta, en la región de Nápoles, en Italia, María Mónaco, de 47 años, fue rescatada por las autoridades, gracias a una llamada anónima. Mónaco permaneció 18 años retenida en una habitación por su propia familia. La joven estaba encerrada como parte de un ‘castigo’ por haber tenido un hijo fuera del matrimonio. La madre y hermanos de María, un agricultor y una maestra, se convirtieron en sus captores desde 1990, dándole sólo agua y los víveres suficientes para vivir, sin embargo, su hijo tenía una vida normal y desconocía la existencia de su madre. La última información refiere que María sufría de trastornos mentales.
PREDICADOR EN SALT LAKE CITY
Elizabeth Smart tenía 14 años cuando fue raptada de su habitación, en plena noche en junio de 2002, en Salt Lake City, en Utah, Estados Unidos. Estuvo nueve meses desaparecida. El 12 de marzo de 2003 la niña apareció a sólo 18 kilómetros de su casa, en compañía de Brian David Michaell, un fanático religioso, con quien había permanecido durante su secuestro. El sujeto, de 49 años, predicaba a favor de los vagabundos y vestía unas veces como Moisés. Mitchell fue detenido junto a su mujer, Wanda Barzee, cuando ambos estaban con una persona cubierta con un velo, con gafas y una peluca: era Elizabeth. El victimario fue sentenciado a cadena perpetua.
SECUESTRO EN CALIFORNIA
Jaycee Lee Dugard fue secuestrada al norte de California en 1991. Tenía 11 años cuando fue vista por última vez en la parada de autobús. Fue encontrada 18 años después en el jardín trasero de la casa de su secuestrador, Phillip Garrido de 58 años en complicidad con su esposa Nancy Garrido. La joven tuvo que soportar reiteradas violaciones y maltratos. Según Dugard el argumento de Garrido, quien usaba drogas, era que su abuso evitaba que otras mujeres fueran víctimas de violación y contó cómo tuvo que ver los videos que Phillip Garrido grabó de sus abusos sexuales; la joven dio a luz a dos hijas durante el cautiverio.
ASESINOS BELGAS
Marc Dutroux (1956, Bruselas) se dio a conocer a mitad de los años 90 por haber secuestrado, torturado y abusado sexualmente de seis niñas y adolescentes de edades entre los 8 y los 19 años, de las cuales cuatro fueron asesinadas, entre 1995 y 1996. Su entonces mujer fue cómplice y de hecho dejó morir de hambre a las pequeñas Julie y Mélissa, ambas de ocho años Varios errores judiciales en la investigación del “caso Dutroux” provocaron una ola de ira popular contra el sistema judicial belga, aunque finalmente los responsables fueron condenados a cadena perpetua. Uno de los 12 jurados populares que un video fue decisivo para condenar a la mujer como cómplice.