Rumania, tras su entrada en la Unión Europea, recibirá importantes fondos para el desarrollo del delta del Danubio (este), una fuente de esperanzas pero también de preocupación para esta zona que es una de las más ricas reservas naturales del mundo.
También llamado el «paraíso salvaje», el delta del Danubio acoge cada primavera (boreal) a millones de aves migratorias procedentes de Africa que anidan en sus estanques.
Esta región húmeda sobrevivió al proyecto del ex dictador Nicolae Ceausescu de drenarla para dedicarla a la agricultura intensiva.
Ahora el delta enfrenta un nuevo desafío, resistir a la corrupción y al riesgo de un desarrollo incontrolado.
De Bucarest a la pequeña aldea de pescadores de Mahmudia, la gente habla sólo de «turismo» y «fondos comunitarios».
La idea, sin embargo, es no matar a la gallina de los huevos de oro, mejor dicho a los gansos de cuello rojo o los pelícanos dálmatas que vienen a admirar los turistas.
«Hay mucho dinero europeo que llegará, pero también muchos intereses opuestos», dijo Daniel Petrescu, guía y fotógrafo.
«El ministerio de Silvicultura quiere árboles en la estepa que bordea al delta, el de Industria generadores de electricidad eólicos, el de Turismo hoteles y carreteras asfaltadas para atraer turistas y el Medio Ambiente proteger la fauna y la flora salvajes y el hábitat», explica.
En el papel, el delta y las estepas vecinas del Doborgea, en total 6.000 km2, están estrictamente protegidos por las leyes rumanas y europeas.
«Pero la presión es inmensa, ya que todos quieren sacar provecho», subraya Petrescu.
Así, la Autoridad de la Reserva del delta del Danubio (ARBDD) no ve que haya contradicción entre turismo y conservación.
«Nosotros queremos atraer más turistas y a la vez preservar a los pájaros y las plantas», indica el gobernador de la ARBDD, Paul Cononov.
Pero este proyecto, por el que Cononov espera lograr 140 millones de euros de Bruselas, está lleno de contradicciones, estiman sus críticos.
La ARBDD se propone proteger las zonas húmedas y reorientar hacia el turismo la economía de esta región pobre, centrada hasta ahora en la pesca.
El primer objetivo sería volver los «polders» (las superficies terrestres ganadas al mar) de la época de Ceausescu a su estado natural, controlar la caza salvaje y detener las construcciones ilegales, señala Cononov. Una meta aceptada en forma unánime, en particular en lo concerniente a la pesca ilegal del esturión, cuyo caviar se vende en París a 40 euros el pote de 30 gramos.
El segundo implicaría la construcción de rutas y redes de canalización para poder enfrentar al flujo de turistas, así como inversiones en el campo de la energía renovable, sin olvidar la colecta de residuos.
Petrescu, sin embargo, disiente de este optimismo y piensa que el turismo a gran escala no es una solución. «La gente quiere ver sitios salvajes. Si se los destruye se irán a otro lugar», sostiene.
En Mahmudia, los aldeanos están divididos, aunque predomina entre ellos la esperanza. «El turismo sería bueno para los jóvenes, pues crearía empleos», estima Evdokia Pavlov, de 64 años.