Especulación desenfrenada


El fenómeno especulativo sirve de elemento multiplicador, a la enésima potencia cuando hay alzas. Situación que empeora todo mucho más, debido a tal actitud inhumana y avorazada de personas sin escrúpulos. Recalcitrante conducta carente también de conciencia social, decidida al beneficio y conveniencia de sus intereses bastardos a la vista.

Juan de Dios Rojas

El alza al servicio eléctrico recién puesta en marcha de vencedores por cierto, impuestos con alevosí­a y ventaja por los integrantes de la Comisión Nacional de Energí­a Eléctrica (CNEE), dispararon mayor especulación. Maniobra merecedora del rechazo generalizado, que deviene en un grosero incremento de precios en notoria cadena de bienes y servicios.

Como elemento de primera necesidad el fluido energético, al igual que sus pares el petróleo y transporte público, cualquier aumento, máxime si es desaforado, repercute demasiado en el costo de vida. El ejemplo más evidente viene a ser referente a la canasta básica, junto a otros renglones de demanda recurrente; de ahí­ la desesperación ostensible.

Cabe mencionar, por lo tanto, ajeno a dudas que el acervo popular no falla al decir que en rí­o revuelto, ganancia de pescadores. Por ningún lado se declara la guerra al desenfreno especulativo, en acción creciente. Así­ las cosas los efectos agobian de pies a cabeza la economí­a familiar, rumbo directo al despeñadero impactante como sitio último.

Con bombos y platillos se hizo el anuncio, tipo balde de agua frí­a sobre las molidas espaldas y escuálidas del colectivo. Asimismo, los especuladores al acecho de todo aquello que permite el zarpazo demoledor, simultáneamente entraron a operar mediante repudiables ilí­citos, capaces al instante de poner las cosas totalmente difí­ciles más y más a ojos vista.

Demuestran estos hambreadores del pueblo, sobre todo quienes tienen limitaciones mayúsculas, que cuentan con una organización al centavo. Mueven suspicacias de inmediato sobre la base de mecanismo dignos de mejor suerte. Agilidad impresionante exhiben de cuerpo entero, dando las espaldas con desprecio y altanerí­a a las autoridades que no accionan.

El incremento al servicio eléctrico ocurre a tiempo que todo apunta a un estado de cosas ya imposible, de verdad imposible como asfixiante. Palidecen las palabras al intentar hacer un diagnóstico a grandes rasgos. La propia CNEE acepta ser algo sin precedentes en la historia, al menos; sin embargo, constituye un mero concepto de disimular el golpe.

Para muestra de la especulación desenfrenada, selectiva a la vez, está el abuso operado en supermercados suntuarios de la capital, inclusive mercados cantonales en áreas callejeras, al igual que la numerosa cadena de tradicionales tiendas ubicadas en antiguos barrios saturando la urbe, hoy en dí­a dentro la nomenclatura ideada por el ingeniero Aguilar Batres.

La reacción, es preciso destacar ante el entuerto gravoso tiene presencia con rostro de rechazo, inconformidad y manifestaciones de diversos sectores. Nadie ha quedado con la boca callada y dentro de espacios abiertos expresan su desacuerdo. A tiempo de escribir estos renglones el escenario lo ocupan organizaciones sociales y sindicales.

A la espera por supuesto que personas individuales y jurí­dicas interpongan recursos de amparo, pese al intento de limitar este derecho, a fin de que se dé marcha atrás. A la cabeza el Procurador de Derechos Humanos se espera como agua de mayo, lo más pronto posible. De carácter urgente es el caso de superar dicho problemón envolvente.

Y en lo particular, hoy más que nunca la especulación desenfrenada debe borrarse del mapa, tras solventar de una buena vez por todas también este malhadado comportamiento, calidad tiro de gracia. La pregunta de rigor bulle en la mente con tenacidad gigantesca, consistente en ¿quién? Pero ¿quién le pondrá el cascabel al gato?