Espectacular operativo en pos de cazador furtivo


A mediados de la semana pasada se exhibió la destreza, sagacidad y arrojo de  elementos de la Policí­a Nacional Civil, al capturar a un peligroso cazador furtivo que, se supone, desde hace tiempo estaba al acecho de feroces palomas en pleno Centro Histórico de la ciudad..

Eduardo Villatoro

Para ser preciso, en la Plaza de la Constitución, a pocos metros donde oficia  misas el cardenal Rodolfo Quezada Toruño, afable arzobispo metropolitano, cuya sonrisa es difí­cil que se borre de sus labios por más que sus declaraciones contengan buena dosis de severidad y ácidas crí­ticas a funcionarios públicos, diputados, dirigentes empresariales y otros lí­deres. No hay quien se le escape al fogueado pastor de la grey católica. No deja santo parado. Excepto las palomas.

El hecho al que me referiré dentro de pocos segundos y en próximas lí­neas, ocurrió también frente al ubiquista Palacio Nacional de la Cultura, en uno de cuyos elegantes salones el presidente ílvaro Colom, recibe las cartas autógrafas de los embajadores plenipotenciarios ante el Gobierno de Guatemala.

Para capturar al sujeto que intentó impunemente violar las leyes constitucionales y penales imperantes en todo el paí­s, donde el quetzal eleva su vuelo más alto que el cóndor y el águila real, pese a la incredulidad y disgusto de un alto, esbelto y taciturno funcionario cuyo nombre no repetiré, no sólo intervinieron tres intrépidos agentes de la PNC, sino que, ante el llamado de auxilio de este trí­o de heroicos guardianes del orden público, acudieron ipsofactamente -como dirí­a el otrora cronista de Santa Catarina Mita don ílvaro        Enrique Palma- varios musculosos miembros del Cuerpo de Seguridad del irreverentemente llamado El Guacamolón, además de otros dos veloces silbantes de la Empresa Municipal de Tránsito, mejor conocida con la llamativa y cariñosa abreviatura de Emetra.

En pocas palabras, cerca de una decena de agentes del orden público, en sus diferentes áreas de cobertura y sus distintos grados jerárquicos, tuvieron que participar para lograr la espectacular captura de un presunto fugitivo de la justicia que responde al autóctono nombre de Tereso Cuyú, como se identificó con su cédula de vecindad, aunque funcionarios superiores de los agentes de las tres instituciones que protagonizaron tan espeluznante captura, aún dudan de que sea su nombre real, porque se negó a mostrar su DPI, es decir, su Documento Personal de Identificación, aduciendo mañosamente que los atentos y chispados burócratas del Renap no lo han extendido tan esquivo documento. Alegó que las palomas las querí­a para su vianda.

Para más prestigio de los agentes captores, ese ostentoso operativo tuvo lugar a plena luz del dí­a, en el preciso instante en que el sagaz individuo de dudosa procedencia se dedicada con desenfado a apropiarse de dos de las centenares de palomas que, también con lujo de desfachatez, optan por defecar en el atrio de la Catedral Metropolitana y en el enlosado del Palacio de la Constitución. La CICIG podrí­a investigar el insondable caso, para descartar que no es parte de un plan desestabilizador.    Â