España conmemoró el domingo los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 inaugurando un monumento en memoria de las víctimas, con la tensión política de fondo tras una manifestación de la derecha contra las «concesiones» del gobierno socialista en materia antiterrorista.
Una ceremonia sirvió para descubrir una cúpula translúcida de 11 metros al mediodía del domingo, con motivo del tercer aniversario de los atentados, en presencia del rey Juan Carlos, del jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y de numerosos familiares de las víctimas.
Este cilindro de cristal se yergue delante de la estación de Atocha, hacia la que se dirigían los cuatro trenes suburbanos en los que en la mañana del 11 de marzo de 2004 estallaron diez bombas causando 191 muertos y 1.824 heridos.
Se guardaron tres minutos de silencio y después sonó al violoncelo la composición del músico catalán Pau Casals, «El canto de los pájaros» («El cant dels ocells»).
No se pronunció ningún discurso y la ceremonia fue particularmente sobria, contrastando con la ola de emoción y la multiplicación de ceremonias que siguieron al primer aniversario de los atentados.
Esta conmemoración llega un mes después del inicio, en Madrid, del juicio a los 29 presuntos autores y cómplices de los atentados, en el que los siete principales acusados podrían ser condenados a una pena récord de 270.600 año de cárcel (pena limitada en la práctica a 40 años de reclusión efectiva), terminará en junio o julio de 2007.
El aniversario de los atentados, los mayores cometidos en suelo español, llega cuando el tema del terrorismo divide más que nunca a los políticos españoles.
El sábado, el Partido Popular (PP, derecha) organizó una manifestación con cientos de miles de asistentes para protestar contra la prisión atenuada concedida por el gobierno a un preso del grupo independentista armado vasco ETA.
Reprochando al gobierno socialista su «debilidad» frente a ETA, el líder del PP, Mariano Rajoy, llamó el sábado al término de la manifestación en el centro de Madrid a «defender la nación española» mientras que una parte de los manifestantes gritaban «Â¡Zapatero dimisión!» entre un mar de banderas rojigualdas españolas.
La movilización fue criticada por la izquierda en el poder, que acusó al PP de «dividir artificialmente a los españoles».
«El terrorismo nunca se puede utilizar para hacer oposición como está haciendo el PP y ningún partido democrático lo ha utilizado», precisó el portavoz parlamentario del Partido Socialista, Diego López Garrido, subrayando que «la única división real que hay en España es entre los demócratas, la inmensa mayoría, y unos pocos terroristas».
El número dos del PSOE, José Blanco, criticó, por su parte, al líder del PP, Mariano Rajoy, por no haber «dedicado ni un solo minuto» a las víctimas de los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 (191 muertos), durante su discurso del sábado para apoyar a las víctimas de ETA.
Una parte del PP y algunos medios conservadores siguen sembrando la duda sobre el origen islamista de los atentados de Madrid y alimentan la teoría, según la cual los autores fueron manipulados en la sombra por ETA.
Esta teoría ha sido totalmente descartada por los investigadores y los magistrados encargados del caso. Nada de lo ocurrido hasta ahora en el juicio apoya tampoco esa teoría.
En las horas siguientes a los atentados, el entonces gobierno conservador de José María Aznar había acusado a ETA, temiendo un voto de castigo por su compromiso militar en Irak.
Tres días después, los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero lograban una sorpresiva victoria en las elecciones generales y cumpliendo su promesa electoral, Zapatero retiró al contingente español de Irak.