España: a treinta años de la revolución felipista


Edgar-Balsells

Resulta ser halagadora y aleccionadora una estadía en la majestuosa urbe madrileña, sobre todo cuando se presencian dos interesantes eventos históricos de la historia moderna: el triunfo de los socialdemócratas hace treinta años, y el aniversario, el próximo 6 de diciembre, de la promulgación de la Constitución de 1978.

Edgar Balsells


“Mientras que el cuerpo aguante, contad conmigo”: así finalizó el expresidente Felipe González su efusivo discurso de celebración del triunfo obtenido, en un acto que contó con los líderes históricos del Partido Socialista Obrero Español -PSOE-, el pasado domingo.

Los medios de prensa han destacado estos acontecimientos, mientras que el  Diario El País logró reunir y entrevistar de nuevo a los principales conductores de aquel primer gobierno socialista que ganó con una mayoría abrumadora de 202 diputados, y que llegó con la promesa electoral de “cambiar profundamente el país”.

Se trataba de un Gabinete joven y con fuerte predominancia masculina, pero que, paradójicamente, cambió radicalmente las fuentes del conservador poder español, con la amplia participación subsecuente de las mujeres en los ámbitos de las decisiones ciudadanas y  la participación social.

El ascenso de la democracia y principalmente de la democracia social, si bien se ve hoy empañado por la presencia fehaciente de la crisis política, económica y social, sin ninguna duda transformó al país ibérico, llevándolo a una nueva sociedad de raigambre: urbana, rica, moderna y secular, según un excelente análisis que en el citado diario madrileño efectúa Julián Santamaría Osorio.

Santamaría evoca los desafíos de aquellos años: una inflación galopante y un paro amenazante, acompañado de complejas amenazas de inestabilidad política, incluyendo intentos de golpe de Estado, que hoy parecieran inimaginables, sobre todo a los conspicuos jóvenes consumistas de las diversas urbes urbanas de la península ibérica.

Así como va sucediendo, aunque más lentamente en América Latina, y por supuesto con mayores tropiezos, Santamaría habla también de la continua adaptación de la iglesia a los vertiginosos cambios, en una sociedad que se ha transformado velozmente, de rural en urbana, con trenes de alta velocidad y medios de transporte variados, y la presencia de un medio de pago diferente, que terminó con la peseta, símbolo del poder franquista del pasado.

Hoy se trata de una España integrada a Europa, que como todo ambiente desarrollado, no podría estar absorta de las crisis cada vez más recurrentes del capitalismo, precisamente desde los tiempos en que se inicia la democracia.

Al igual que la Guatemala democrática, y siempre guardando las amplias diferencias de todo orden, a España le toca jugar en Democracia, precisamente cuando el orden económico mundial entra en la aventura de las liberalizaciones, las privatizaciones y el ascenso de la precarización del trabajo y la deslocalización industrial.

Se trata, dicen los sociólogos más prominentes, como aquellos que vieron y ven a las sociedades occidentales con grandes lentes, como los de la Escuela de Frankfurt, de una “crisis del capitalismo tardío”, sufrida en estos tiempos en carne y hueso por la Europa comunitaria.

Y es que en los mismos días de estas celebraciones, las autoridades políticas actuales, del Partido Popular de derecha, se encuentran en el trámite de pedir a las autoridades comunitarias, más de 36 billones de Euros, para salvar grandes bancos, que se excedieron en sus negocios, y no calcularon los riesgos de sus aventuras.