El triunfo contundente obtenido por el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, en la elección para integrar la Asamblea Nacional Constituyente en su país, provoca reacciones en otros países latinoamericanos donde se considera que ese resultado viene a ser una amenaza por la posible expansión de las nuevas corrientes socialistas que se están generando en países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y justamente Ecuador, países a los que se ven como más radicalizados que Argentina, Brasil y Chile, donde también la izquierda tiene el control político pero con lenguaje y planteamientos más moderados.
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Guatemala es un caso especial, porque mientras en otros países del continente la izquierda cobra fuerza y se convierte en alternativa para las políticas que han privilegiado al mercado, aquí la izquierda prácticamente desapareció del mapa electoral y por lo tanto no existen motivos para que los grupos de poder se inquieten. Pero lo que hay que entender es que situaciones como la que ahora se vive en Ecuador no son obra de la casualidad ni siquiera de liderazgos mesiánicos, sino simple y sencillamente parte de las condiciones que se dan en procesos históricos cuando los pueblos se paran hartando de la clase política y se decantan por dirigentes que ofrecen una real alternativa.
Chávez, Evo Morales y Rafael Correa no hubieran alcanzado el poder sin el enorme concurso de los políticos tradicionales que no entendieron su papel y que abusaron de la confianza de la población hasta provocar el cansancio por hartazgo. Y eso es algo que tenemos que entender en Guatemala, puesto que nuestra clase política ha sido reacia a comprender que la apertura democrática ha sido poco eficaz para generar satisfacción entre los habitantes del país y seguimos viendo que mientras se incrementa la inseguridad, carece la ingobernabilidad por el peso del crimen organizado en las estructuras del Estado y los gobernantes se relamen en la corrupción que va desde el típico gavetazo como en los tiempos de Portillo, hasta los más sofisticados negocios que se realizan en estos gobiernos que presumen de corte empresarial.
Es impresionante la forma en que grupos de poder consideran que el país va por buen camino porque ellos gozan de mayores beneficios, sin entender que nuestro pueblo tiene que buscar en la emigración la única esperanza para resolver sus problemas y que si los índices de pobreza han bajado ha sido simplemente por el aumento de las remesas que esos migrantes envían a sus familias.
Cuando vengan a darse cuenta de la realidad será cuando tengamos que vivir procesos como los que ahora son motivo de preocupación y hasta espanto, pero es que no se quiere entender que es imposible mantener una situación en la que se arrincona a la gente porque no se le otorgan oportunidades, no digamos satisfactores reales, y luego se pretende que la población se conforme con vivir los remedos de democracia. Si nuestros grupos dominantes, tanto en el plano político como en el económico, no atinan a visualizar esa perspectiva poco alentadora que tiene nuestro pueblo, tarde o temprano surgirán liderazgos alternativos que darán al traste con ese espejismo de estabilidad que han ido creando en buena medida gracias al control que tienen de la comunicación masiva, pero que no dará para ir ocultando una realidad lacerante que es la que genera esos cambios que algunos ven con tanta preocupación.