Mamar y beber leche es una frase coloquial para reflejar cuando alguien se aprovecha y saca raja a la situación, pero en el caso de los combustibles y del transporte, es evidente que la complacencia de nuestras pobres autoridades (pobres en el sentido de pobreza de capacidades y talento) hace que las petroleras y los transportistas no sólo mamen y beban leche, sino que se harten de guaro.
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Y es que indigna ver cómo según las cifras del mismo Ministerio de Energía y Minas y reflejadas en la gráfica que publicamos el sábado sobre el comportamiento de los precios en el año con relación a las variaciones en el crudo, se puede apreciar un paralelismo maravilloso a la hora de que empezó a subir el crudo. Los precios del combustible al mayorista variaron exactamente con la misma tendencia aunque ya en la distribución se notaban distorsiones. Pero en cuanto bajaron los precios del crudo, se rompió el paralelo porque durante mucho tiempo el precio de las petroleras a los mayoristas se mantuvo sin rebaja y, de ajuste, los mayoristas sacaron raja porque saben que el arca está abierta para que cada quien haga lo que se le ronque la gana.
Si no hay autoridad capaz de velar por los intereses del consumidor, babosos serían los de las empresas petroleras de no sacarle raja a esa incapacidad. Y lo mismo pasa con los gasolineros que saben que no tienen por qué preocuparse de leyes de oferta y demanda ni babosadas por el estilo porque de todos modos ellos y sus colegas están jugando el mismo juego ante la paciencia franciscana de las autoridades.
Los funcionarios debieran leer los comentarios publicados por lectores, especialmente guatemaltecos residentes en Estados Unidos, en la página de Internet de La Hora para darse cuenta lo que la gente piensa de ellos y de su incapacidad. Todos coinciden en señalar cómo en el paraíso del mercado los precios han bajado en forma considerable y de acuerdo a la tendencia mundial de la materia prima, pero ello no puede ocurrir en Guatemala porque resulta que el mismísimo Ministro de Energía y Minas se encargó de ir al Congreso a decir nada más y nada menos que no hay relación entre los precios del crudo y de los productos refinados por lo que no se pueden comportar igual los precios.
No hace falta ser ingeniero en cualquier cosa, ni siquiera bachiller, para entender que el componente más importante de los combustibles es el petróleo crudo y que si la principal materia prima de un bien manufacturado sube o baja, el precio del producto subirá o bajará igual.
Pero no se puede dejar de mencionar a los avorazados transportistas que subieron sus tarifas cuando subió el diésel y ahora se hacen los babosos cuando ese insumo que representa un alto porcentaje de sus costos de operación, ya bajó algo. No tanto como debió bajar, por la indolencia del Ministerio, pero sí lo suficiente para que otro Ministerio, el de Comunicaciones, les apriete la mano con las tarifas. También debe actuar el de Finanzas que les asignó un aumento de subsidio a los autobuseros capitalinos que apoyaron la campaña de ílvaro Colom y se beneficiaron de un incremento porque subió el diésel. Pues ahora que ha bajado, que les rebajen el subsidio al menos para lo que falta del año. Por ello es que todo este asunto apesta y decepciona tanto.