Generaciones posterremoto del 76, tuvieron crecimiento y desarrollo. En un ambiente no exento de escenas del asombro, vividas actualmente también en el noroccidente del país por el colectivo. Sobre todo la niñez y adolescencia que les ha tocado momentos críticos, de gran peligro delincuencial y violencia sin precedentes.
La muchachada sufre impactos tremendos en su estado anímico, que alteran la personalidad. En medio de acciones deformantes, recurrentes e increíbles, generadoras del inicio de psicosis. Nada raro es el desvío que los catapulta hacia la paranoia, como una burbuja gigantesca a punto de estallar, cuyos receptores son de visibles casos y cosas.
Conviven entre gente agresiva que olvidan el diálogo. Dirimen diferencias personales mediante armas blancas o de fuego, cuando menos. Envueltos en disensos con los compañeros o amistades, sin faltar los de su grupo. Riñen en forma brutal, seguidores de escenas tétricas en cualquier momento, causando verdaderas batallas horripilantes por doquier.
Han cambiado los juegos propios de la edad más feliz de la existencia, según patrones socioculturales en abierta fuga. Juguetes que antes elaboraban ellos mismos, fueron sustituidos por todo aquello capaz de destruir a lo grande. La tónica imperante induce cada vez más a situaciones de salvajismo, debido al grado de sustentación ejecutado.
Por circunstancias que alteran la cotidianidad, muchas veces en ausencia de los padres de familia o gente mayor en el hogar, presencian escenas del asombro, acumuladas en su alma. Ven asesinatos y sus secuelas deformativas, a tiempo de ver y oír la llegada del Ministerio Publico y la PN, el acordonamiento de rigor no falta y el levantamiento de la víctima.
Incluso provoca asombro a niños y adolescentes en crecimiento, el también crítico instante del maltrato a la madre, por parte del progenitor. Violencia intrafamiliar imparable. Repercuten al instante y da lugar a situaciones traumáticas, difíciles de superar más adelante. Constituye cicatrices profundas en su personalidad que no se borran jamás.
Percibir en plena vía pública la serie inquietante de sucesos apabullantes en contra del derecho a la vida, dignidad y honra de tantas víctimas abatidas, que sobrepasan cualquier récord en igual sentido, ocurridos años pretéritos, son base firme de escenas del asombro; son un auténtico estigma dominante de chicos y adolescentes, ejemplos de precocidad.
Son escenas crueles del asombro confundir a los seres humanos con animales inferiores. Empero, niños y adolescentes ajenos a siquiera una alternativa en su favor, recorren tamaños derroteros perniciosos. Comportamiento entre sus pares, bebés, féminas, adultos y ancianos que conforman el telón de fondo terrible del escenario día y noche.