El escándalo en el banco francés Societé Générale ha mostrado las deficiencias del sistema financiero y la necesidad de normas claras y controles más eficientes, al mismo tiempo que podría provocar de forma indirecta una nueva fusión bancaria que transformaría el panorama europeo.
Concesión de préstamos irresponsables, pésima evaluación de riesgos, falta de transparencia y ausencia de control sobre las actividades de sus propios operadores ponen hoy en día a las instituciones financieras en el banquillo de los acusados.
«El capitalismo financiero va de cabeza (…) Hay que preguntarse sobre las dificultades de controlar este sistema en el cual ya nadie sabe dónde están los riesgos y cuál es el valor exacto de unos activos», pidió Henri Guaino, consejero del presidente francés, Nicolas Sarkozy.
La crisis de los préstamos inmobiliarios de riesgo en Estados Unidos, las llamadas «subprimes», que todavía generan un impacto negativo en bancos y empresas del mundo entero, aglutina la mayoría de los vicios y excesos de este sistema.
Lo mismo ocurre con el escándalo de Societé Générale, que según sus responsables sufrió pérdidas de casi 5.000 millones de euros (más de 7.000 USD millones) por las osadas y en ningún caso autorizadas intervenciones de uno de sus corredores.
Según el diario británico The Independent, el fraude millonario en Societé Générale es «el símbolo del desplome de las normas bancarias tradicionales».
«Las finanzas son una máquina llena de capacidad inventiva» pero sus pérdidas de rumbo «se producen demasiado a menudo con enormes consecuencias», según Henri Bourguinat, profesor universitario y autor del libro «Finanza internacional».
Frente a esta situación, los países europeos están divididos entre los que apuestan por una mayor regulación del sistema financiero, como son Italia y Francia y los que consideran que la intervención en el sistema no debe aumentar, como Gran Bretaña, aunque sí defienden una mayor transparencia bancaria y un mejor sistema de alerta.
Por otra parte, esta crisis en el tercer banco francés podría alterar la configuración de este sector en Europa ya que los rumores de que Societé Générale podría ser comprado por un competidor aumentan cada día.
El mejor situado sería el francés BNP Paribas, su rival de toda la vida, pero también habría otras firmas europeas interesadas en adquirirlo: desde los ingleses Barclays o HSBC hasta el español Santander, pasando por el alemán Deutsche Bank o el italiano UniCredit.
La última gran fusión bancaria fue la compra del holandés ABN Amro en 2007 por parte de un consorcio bancario europeo liderado por la británica Royal Bank of Scotland.
Sin embargo, la concentración bancaria en el Viejo Continente sufrió un frenazo brusco debido fundamentalmente a la ducha de agua fría que supuso la crisis hispotecaria en Estados Unidos, que provocó grandes pérdidas en los bancos europeos.
Ante la posibilidad de que Societé Générale sea puesto en venta, el Estado francés quiere garantizar que siga siendo francés y por ello favorecería sobre todo a BNP Paribas.
«El Estado no puede intervenir cada vez que haya un banco en venta pero no puede quedarse de brazos cruzados si un depredador cualquiera intenta aprovecharse de la situación», explicaron portavoces del gobierno francés, al que Bruselas ya advirtió de los riesgos de un excesivo proteccionismo.
Paralelamente, esta semana en Gran Bretaña, el ministro de Finanzas, Alistair Darling, presentó un proyecto de reforma que da más poder a las autoridades para ayudar a los bancos amenazados de crisis.
Todo ello para que no se repita la desgracia del Northern Rock, entidad especialista en créditos inmobiliarios que se vio al borde de la quiebra en septiembre, cuando nadie quiso prestarle dinero por la crisis de las «subprimes», y tuvo que apelar al Banco de Inglaterra, que aceptó salir en su auxilio.