Tras las declaraciones del Vicepresidente sobre la necesidad de que en la lucha contra la impunidad se haga un trabajo de investigación en dependencias como la Policía Nacional Civil, Presidios y Migración, algunos han pegado el grito en el cielo diciendo que es una confesión del fracaso del Gobierno en esos campos. La verdad es que tenemos que hablar del fracaso de la sociedad guatemalteca porque el problema viene de muy lejos y es una realidad incuestionable que no es posible atajar al crimen incrustado en esas instituciones con las únicas armas que hasta ahora tenemos disponibles porque esas armas están también contaminadas. En otras palabras, el Ministerio Público y los Tribunales no pueden realizar un trabajo depurador porque también son parte de la estructura del control que ejerce el crimen sobre el Estado.
La principal virtud de cualquier estadista tiene que ser realismo y señalar lo que abordó el vicepresidente Stein no es más que hablar de una realidad inocultable, de una lamentable situación que es, ha sido y será dolor de cabeza ya no sólo para el Gobierno, sino para la población. En Presidios, por ejemplo, se llenaron la boca con el operativo que pretendía retomar el control de Pavón y que hizo al Estado actuar ilegalmente en la represión de los capos del momento. Hoy se sabe que Pavón sigue siendo la misma porquería que antes, porque lo único que hicieron fue eliminar a los del Comité que controlaba el presidio, pero sus puestos han sido inmediatamente ocupados por otros reclusos. En otras palabras, prostituyeron al Estado haciéndolo actuar de manera criminal y no resolvieron el problema.
Cabalmente la preocupación por la impunidad y la incapacidad, manifiesta y reconocida, del Estado para enfrentar al tremendo poder de los grupos del crimen organizado hizo que apoyáramos la iniciativa de la CICIG porque la cooperación internacional es buena en las áreas donde uno más la necesita. Por supuesto que hay que decir que el problema no se resuelve sólo con esa aprobación ni con la implementación de la Comisión, sino que hace falta la voluntad política para darle todo el apoyo a quienes vengan a ayudarnos. Si internamente el Gobierno pretende enterrar sus gusaneras y ocultarlas (para usar el término que usó Stein y que levantó tanta roncha) de nada serviría que tuviéramos la cooperación extranjera, pero si hay decisión y voluntad de erradicar la impunidad y combatirla frontalmente, esa ayuda será el instrumento para iniciar una operación de dignidad nacional sin precedentes para rescatar el control perdido y que ahora ejercen los grupos paralelos y clandestinos.
Este gobierno evidentemente fracasó al no poder hacer cumplir la ley pero igual han fracasado todos los anteriores sin mover un dedo para corregir el problema. Justo es reconocer que al menos tuvieron la entereza de aceptar su fracaso en vez de aliarse con los criminales para hacer negocios, como hicieron los últimos.