Los guatemaltecos nos enteramos que varios expertos preocupados en evitar una catástrofe de terribles consecuencias en el Mercado de La Terminal de la Zona 4 de la ciudad capital, habían dispuesto no quedarse callados, a pesar que aún faltan estudios técnicos para determinar si se debe reforzar o reconstruir la estructura que sostiene dicha construcción, puesto que las fallas apreciadas son de gran magnitud.
Para cualquiera con dos dedos de frente, sabiendo el enorme riesgo que se corre con la sobrepoblación del lugar y las pésimas condiciones propicias para que suceda uno o más incendios de tantos que ya han ocurrido, así como que nuestro país está enclavado en un sitio altamente peligroso por sus constantes movimientos telúricos, a las autoridades les llegó el momento de pensar en el futuro sin politiquerías de ninguna especie.
En la actual coyuntura no caben las excusas que llevamos tiempo de escuchar, como las de que la gente de La Terminal es muy difícil, que no hacen caso a las advertencias o que simplemente no aceptan ningún cambio y por lo tanto no se quieren mover de donde están. Ya fuera por conveniencia propia o porque su ignorancia no les permite apreciar el peligro que están corriendo, para los funcionarios responsables y conscientes de sus deberes, llegó el momento de actuar para explicarles y convencerlos de la imperiosa necesidad de evitar una catástrofe de la que ellos y nadie más van a ser los únicos responsables.
No se puede tapar el sol con un dedo, La Terminal de la Zona 4 es una bomba de tiempo, al igual que tantas áreas y zonas más de nuestra ciudad se han venido preparando sobre la cómoda filosofía de “dejar hacer y dejar pasar” con el fin de lograr triunfos electorales. Esto precisamente es lo que no debiéramos permitir más los ciudadanos conscientes del país. Por ello es que se han permitido “limonadas”, “asentamientos”, “terrenos invadidos” o como quieran llamarse, que hoy no solo constituyen un verdadero atentado a la dignidad, seguridad y comodidad de los seres humanos que ahí viven, sino que prácticamente se les ha venido amarrando alrededor de cada uno de sus habitantes un cinturón con explosivos.
Claro, pensar cambiar de la noche a la mañana las tristes condiciones antes señaladas sería caer en la utopía; sin embargo, diseñar una estrategia a seguir de corto, mediano y largo plazo no solo es una buena manera de administrar la hacienda pública sino también un efectivo método para lograr progreso y desarrollo para nuestra sociedad. Siquiera por una vez, dejemos de lado los estribillos politiqueros y pensemos en reconstruir tantos daños que esto mismo ha estado causando.