¿Es que tanto pide la población?


Bien decí­a un Editorial de La Hora que la fuga de un reo de alta peligrosidad hace rato dejó de ser noticia en Guatemala, y lo mismo podrí­amos decir de la tanatada de asaltos a buses, robos de celulares, mujeres asesinadas, secuestro de niños o del aparecimiento de cadáveres tirados en los drenajes de las carreteras; sin embargo, sigue siendo inconcebible que predomine la impunidad, no por falta o debilidad de la legislación, sino por la incapacidad y corrupción que priva en toda la trama que se teje alrededor de un reo de la categorí­a de Cornelio Chilel, señalado una y mil veces de ser el capo, jefe o tatascán (al fin y al cabo el apelativo es lo de menos) del cultivo agrí­cola más productivo y rentable de la economí­a nacional.

Francisco Cáceres Barrios

Al respecto, el presidente de la Honorable Corte Suprema de Justicia tranquilamente declaró que el sospechoso movimiento de reos para practicar diligencias es un asunto propio de los jueces por así­ estar contemplado en la ley ¿pero esa atribución va a seguir funcionando con la más absoluta discrecionalidad?; ¿no es atendible ante las actuales circunstancias que las autoridades actuales y futuras velen porque se satisfaga el debido proceso, pero que no por ello se facilite la fuga de los reos, peor los de esta calaña?

A mi manera de ver las cosas, no se les pide a los jueces que incumplan la ley, tampoco vedarles el uso de su mejor capacidad y discernimiento para la toma de declaraciones a los reos, sino que todo caiga en el absurdo de facilitar que los reos de esta calaña sean liberados por sus compinches con toda facilidad, incluso, poniendo en peligro la humanidad de miles de guatemaltecos. Por favor señores magistrados y jueces, es hora de dejar la cómoda postura contemplativa, si no poner manos a la obra para integrar un equipo de trabajo compuesto por los tres organismos del Estado.

No, la gran mayorí­a de chapines no pedimos lujos de cinco estrellas en los hospitales, ni regalos, camisetas, gorras, resarcimientos, bonificaciones o como quiera llamarse a la compra de voluntades. Lo que pedimos hasta el grado de la exigencia es que cada empleado o funcionario público trabaje honrada y honestamente. Si es policí­a que no use sus emblemas para pedir mordida. Si es ministro, que siquiera vele porque se provea de todo lo necesario a sus dependencias y si es juez no sólo utilice el buen criterio que Dios le dio, sino deje de vernos cara de babosos a la gran mayorí­a de la población.

Claro, los «operativos» no tardaron en salir. Muchos vehí­culos, agentes, equipos de radio, rifles y todo aquel aparato que vemos a cada rato por todas partes haciendo show, pero sin los resultados por todos esperados. ¿Hasta cuándo?