Cuando se perdió la Consulta Popular de 1999 relacionada con la temática de los Acuerdos de Paz, recuerdo que Jean Arnault, entonces Director de Minugua me comentó: “Mira, en el terreno de lo estrictamente jurídico, lo único que no se podía implementar de los Acuerdos de Paz sin reforma constitucional, era la oficialización de los idiomas mayas”.
Traigo a colación este recuerdo porque, ante las fallas de “la política” -que nuestros representantes no defienden los intereses de las mayorías, que los gobiernos no han sido capaces de superar las grandes carencias de nuestro pueblo, que los “políticos” sólo nos servimos del poder para enriquecernos, que los niveles de corrupción van en aumento cada día-, tendemos a echarle la culpa a “lo político”, considerando en primera instancia que para superar esos males se hace necesaria una reforma constitucional, cuando no una nueva Constitución.
Es necesario que hagamos la diferencia entre lo político y la política. Lo político es el momento fundante del orden social en el que la Constitución de la República, con sus principios e instituciones, aparece como el supremo andamiaje en el que hemos de desarrollarnos los guatemaltecos. Es lo que comúnmente podríamos equiparar con el Estado, como la organización superior de la sociedad en un territorio determinado, con autoridades, leyes e instituciones. La política tiene que ver con cómo se administra ese andamiaje y es ejercida por los gobiernos de turno en los tres organismos del Estado. Es ejercida por sujetos políticos -individuos, partidos, grupos de presión, gremios empresariales, corporaciones transnacionales, etc.- que luchan por conquistar el poder del Estado para, en teoría alcanzar el “bien común”, pero que generalmente lo que defienden son sus propios intereses de grupo.
Tomé para título de este artículo un remedo del lema de la campaña de Bill Clinton contra George Bush (padre) en 1992, como una llamada de atención y no como un insulto, cuando Bush no comprendía las quejas de los estadunidenses sobre su vida cotidiana y entonces Clinton le dice: “Es la economía, estúpido”.
A través de este espacio que me brinda el Diario La Hora voy a tratar de trasladar a ustedes lo que la Constitución o el constituyente pretendió o soñó, al diseñar esa “cancha” y lo que los “jugadores” han estado haciendo en ella y con ella. En lo personal, considero que lo más trascendental que hicimos en 1985 fue la redistribución territorial de los ingresos del erario público, debido a la enorme desigualdad entre el campo y la ciudad, aunque mis amigos economistas que han pasado por el Ministerio de Finanzas se quejen. Por este espacio voy a tratar de hacer ver que el problema no es el aporte constitucional.
Cómo concibió el Constituyente los temas relacionados con la propiedad, la función pública, la República, los servicios sociales, el régimen económico, los pueblos indígenas, los bienes de dominio público, el municipio y cómo se administran, realizan o se pervierten actualmente, será la valoración que pretendería trasladar al lector.