Es asaz dramático lo que aconteció en Haití­


Sólo cuando se han sufrido los golpes de una tremenda sacudida telúrica se comprende en todos sus aspectos lo que ha ocurrido en la caribeña república de Haití­, uno de los paí­ses más pobres del mundo.

Marco Tulio Trejo Paiz

Sin embargo, en las pantallas de la televisión, en las páginas de los periódicos y en la radio se ha posibilitado una amplia y clara visión de la espantosa catástrofe y, en consecuencia, uno puede formarse un concepto de su enorme dimensión.

La población haitiana, en su mayorí­a de color, siempre ha sido escenario de graves acontecimientos polí­ticos, lo cual ha dado motivo para que la ONU, la OEA y algunos paí­ses en particular (al margen de dichos organismos internacionales) enví­en contingentes civiles y militares de socorro, con el laudable propósito solidario y de apoyo al sufriente pueblo de la pequeña nación del Caribe, limí­trofe con la República Dominicana.

Desde que ocurrió el devastador fenómeno natural, se ha producido, retóricamente hablando, una enorme avalancha de contingentes humanitarios que rápidamente han comenzado a brindar valiosa cooperación de rescate al desastrado paí­s amigo.

En casi todos los paí­ses esparcidos en la redondez del globo terráqueo ha constituido noticia cotidiana de alto impacto la República de Haití­.

Se trata de solidarizarse y de brindar con la urgencia que obligan las circunstancias a los miles y miles de sobrevivientes al terremoto, el que, según cifras oficiales, causó más de cien mil muertos y algo menos de esa enorme cantidad de heridos.

Las escenas que observamos a través de los medios de comunicación de cobertura mundial son sencillamente patéticas, muy tétricas, muy aterradoras. La muerte y la destrucción abarcan el área de Puerto Prí­ncipe, la capital haitiana, así­ como sus alrededores. ¡Qué horror!

Ese terrible suceso nos trae a la memoria el terremoto que asoló gran parte del territorio de Guatemala en la madrugada del aciago 4 de febrero de 1976. Entonces. murieron como 25,000 seres humanos, entre hombres, mujeres y niños. La destrucción afectó a casi todo el territorio nacional. Afortunadamente, la solidaridad y el apoyo de muchos paí­ses amigos no se hicieron esperar.

A la sazón, gobernaba en nuestro solar el ahora difunto brigadier Kjell Eugenio Laugerud Garcí­a, de cuyo proceder durante la pavorosa hecatombe se mencionan cosas non sanctas… Se ha hecho y aún se ha seguido haciendo toda una serie de comentarios, sobre todo respecto del aprovechamiento de la ayuda que se recibió del exterior ¡Cosas veredes, divino Sancho!…

Tal como aconteció respecto del gran sismo del 4 de febrero del 76, en Haití­ la situación es apremiante en cuanto al suministro de ví­veres, ropa, de agua potable, medicinas, médicos, tiendas (o champas), también en lo referente a la contribución extranjera a fin de realizar la reconstrucción de viviendas para la pobrerí­a e inmuebles en general que se vinieron abajo a consecuencia del latigazo telúrico.

Los polí­ticos de algunos paí­ses, principalmente los de la lí­nea izquierdista, ni lerdos ni perezosos se han entregado a los prejuicios, a la diatriba y a lanzar sapos y culebras (léase demagogia y crí­ticas pungentes), para no perder la costumbre, contra paí­ses participantes en el aluvión de ayuda con destino al infortunado pueblo caribeño. Los Estados Unidos de América son blanco favorito de los «ilustres e ilusos demagogos» de la politiquerí­a, verdaderos resentidos sociales que tiran de los cabellos la manida libertad de emisión de expresión en los paí­ses del campo democrático, mas ni se atreven, siquiera, a mencionar esa libertad en los amurallados patios de sus santones totalitaristas, liberticidas y genocidas de las diversas latitudes.

No faltan los histéricos individuos entronizados y de la llanura, que viven rumiando la demagogia, que inventan, con determinada tendencia, fantasmas invasores como en el caso de Haití­, sin reparar, taimadamente, en que cuando ha habido en otras partes del mundo situaciones similares a la que está padeciendo el pueblo de dicho Estado caribeño, ha habido verdaderas «invasiones» militares y civiles, pero esencialmente de solidaridad y apoyo, en honor al humanismo. ¿Entendidos?

Es deseable que más temprano que tarde sea reconstruida la República de Haití­ y que, a la vez, se produzca una justa y efectiva solución a la cauda de problemas y necesidades en lo social, en lo polí­tico y en lo económico, especialmente, en bien del empobrecido y terriblemente golpeado paí­s de la estuosa región del Caribe por la Naturaleza:

¡Que el Arquitecto del Universo bendiga al pueblo haitiano!