Erupción es un espectáculo


Una empresa turí­stica ofrece viajes para observar las erupciones del volcán Tungurahua. FOTO LA HORA: AFP RODRIGO BUENDIA

La erupción del volcán Tungurahua, que se mantiene ininterrumpida desde 1999, se convirtió en un espectáculo para propios y extraños, así­ como fuente de ingresos para la turí­stica población de Baños que está protegida por una virgen que, según dicen, ha obrado milagros.


«Volcano tonight eruption. Start 9 PM» es uno de los carteles con los que numerosos negocios de alquiler de bicicletas y motos despiertan el interés de los visitantes extranjeros, a quienes buscan porque «pagan mejor» y «atrapan» con la premonición de que siempre y a determinada hora empezará el «show».

La erupción del Tungurahua (en el centro de Ecuador) asusta. Ya ha dejado seis muertos, incontables desplazados y varias aldeas destruidas, pero también emergió como una atracción turí­stica para Baños, al pie del macizo, cuyos 15.000 habitantes fueron evacuados a la fuerza en 1999, durante varios meses.

Los torrentes de lava y mezclas de gases, ceniza y rocas con temperaturas de hasta 800 grados centí­grados, que arroja la «garganta de fuego» (traducción del ancestral idioma quichua) impulsan todo tipo de actividades como hoteles, restaurantes, bares y tiendas de «souvenirs».

De eso también se aprovecha Marí­a Barrionuevo, quien montó un rústico quiosco en lo que se convirtió en el mirador de una montaña vecina al macizo, en el cual la gente espera con paciencia que el cielo se despeje para observar, ya sea las fumarolas en el dí­a o material incandescente en la noche.

«Cuando el volcán se reactiva, hay bastantes turistas y aprovecho para vender fritada con mote (carne de cerdo y maí­z cocido), colas (gaseosas), agua y cerveza», dijo Barrionuevo a la AFP mientras moví­a una vieja paila de bronce para evitar que se quemara la fritura.

A pesar de que el quiosco y su vivienda están al frente del Tungurahua, la distancia no le asegura tranquilidad. «El suelo tiembla cuando brama. Suena durí­simo, ha caí­do cascajo hasta acá y todaví­a siento miedo», manifestó la mujer, que se halaga de que «por el volcán la gente hace el gasto para algo».

El sitio, conocido como «las antenas» u «ojos del volcán», es propicio para disfrutar el «show», como lo describió un vacacionista israelita. «Es hermoso, mucho ruido, lava roja y amarilla», indicó en un deficiente pero entendible castellano.

En referencia a la reactivación eruptiva, que el último viernes llegó a uno de los más altos niveles, el extranjero comentó: «Volcán muy bravo, pero grande».

«El despertar ha sido el más fuerte en 10 años», confirmó el esposo de Barrionuevo, Danilo Llerena, que se dedica a la agricultura en su terreno cuyos árboles frutales se han cubierto de una capa gris de ceniza volcánica.

«Ha tronado más fuerte y bota candela», dijo a la AFP Andrés Chiriboga, un adolescente de Baños que con su familia acostumbra a ascender hasta «las antenas» (a unos 3.800 metros) para divisar lo que «hace temblar» al poblado.

Para muchos bañenos, el miedo es indescriptible, pero confí­an en la virgen del Rosario de Agua Santa, la patrona de la localidad.

Y es que en la iglesia, hay un viejo lienzo con la imagen de la virgen que «ampara» a Baños de las erupciones del Tungurahua como las de febrero de 1797 (la cual incluyó terremotos que arrasaron otras localidades) y de enero de 1886.

En esa última ocasión «se oscureció la atmósfera para dar lugar a una apocalí­ptica escena: relámpagos, incesantes truenos y bramidos espantosos, cuyo eco repetí­an los gigantescos peñascos que a su vez eran partidos por medio para dar paso a rí­os de fuego que arrasaban todo», según aparece en la pintura.

Sin embargo, Baños sigue adelante sin desafiar al coloso de 5.029 metros de altura y recibiendo a los cientos de vacacionistas para mostrar la función de fuego que emana del infierno.