El 18 de julio de 1949 falleció el coronel Francisco Javier Arana, como resultado del tiroteo habido en ocasión que se le comunicaba que el Congreso de la República le había desaforado y ya no era Jefe de las Fuerzas Armadas. De conformidad con la Constitución de la República, la de 1945, en caso de ausencia del Jefe de las Fuerzas Armadas, disponía en su artículo 160 que quien debía suplir el cargo era el Ministro de la Defensa (en ese caso, el coronel Jacobo Arbenz); pero si la ausencia era definitiva, el Consejo Superior de la Defensa (CSD) debía proponer al Congreso, dentro de los ocho días siguientes al de la falta o ausencia, una terna de candidatos para su designación. La terna propuesta estuvo integrada por los militares Gabino Santizo, José íngel Sánchez y Carlos Paz Tejada, quien contaba con el apoyo de la casi totalidad de integrantes del CSD, del cual había sido Presidente. Y si, en el gremio castrense, gozaba de la confianza, igualmente se le tenía por parte de los diputados del Congreso nacional y fue electo sustituto del difunto coronel Arana.
Lo que escriba, en este artículo, en relación al desempeño de ese alto cargo por Paz Tejada serán hechos que me constan personalmente, con la intención que se sepa la calidad humana de este extraordinario ciudadano, que habiendo sido un militar completo, porque lo era de «línea», o sea de cuartel, pero también un digno oficial de academia, fue un ingeniero y funcionario público de indeclinable conducta cívica y civilista.
Es sabido que después de la muerte del coronel Arana en el fuerte Guardia de Honor hubo un levantamiento, para derrocar al presidente Arévalo y Paz Tejada fue de los combatientes que con las armas en la mano luchó por mantener el orden constitucional y, ya siendo Jefe de las Fuerzas Armadas tuve con él el siguiente incidente: el CACIF de aquel entonces, La Cámara de Comercio e Industria de Guatemala, había ordenado a los empresarios se sumaran al paro de actividades que había declarado sumándose a la subversión de los militares antirrevolucionarios. Como Ministro de Economía y Trabajo, inmediatamente respondí a la acción ilegal de los empleadores afiliados a la dicha Cámara y ordené la cancelación de la personalidad jurídica y estaba dispuesto a enfrentarla hasta las últimas consecuencias.
En esas circunstancias, en alguno de los pasillos del Palacio Nacional, por donde yo circulaba, estaba un grupo de esos empresarios y, uno de ellos, al verme pasar (Otto Bianchi Argí¼ello), iracundo me apostrofó: «ya vas a ver lo que te va a pasar, ahora mismo le hablaremos al Jefe de las Fuerzas Armadas y las cosas van a cambiar». La amenaza daba a entender que Paz Tejada estaba de acuerdo con ellos. Inmediatamente, tomé el teléfono y le pedí audiencia al Jefe de las Fuerzas Armadas, quien me recibió de inmediato. Y cuando le expuse lo que me había dicho Bianchi, colérico me espetó: ¿Por qué me ofende? Yo le respondí: «no le he ofendido, sólo le he preguntado». Y él dijo: «pues la pregunta es una ofensa, ¿cómo pudo usted pensar que yo atente contra el orden constitucional? Aquí estoy para garantizar el ejercicio de la Presidencia, al Dr. Arévalo, electo democráticamente». A partir de ese momento fuimos, por siempre, dos guatemaltecos al servicio de la patria y de los valores de la democracia.
Su noble lealtad a la democracia y a la constitucionalidad del ordenamiento jurídico político lo volvió a demostrar un año después, en julio de 1950, cuando el veterano político conservador, Manuel Cobos Batres, con ocasión del primer aniversario de la muerte del Coronel Francisco Javier Arana, encabezó un movimiento subversivo para derrocar al Presidente Arévalo, iniciado con su plan de «minutos de silencio», que fue respaldado por la «cangrejería» reaccionaria y militares aranistas, que produjo desordenes graves al punto que el Dr. Arévalo en Consejo de Ministros (quien esto escribe, uno de ellos), dictó el Decreto No. 25 que declaró en Estado de Sitio la ciudad capital y de emergencia el resto de la República y, además, confió en el Jefe de la Fuerzas Armadas, Paz Tejada, el control militar y policial de toda la República, quedando autorizado para tomar las medidas necesarias que condujeran al desarme de los alzados.
La eficaz actuación del ingeniero y mayor del Ejército, Carlos Paz Tejada, garantizó la continuidad del presidente Arévalo en la máxima magistratura del país.
OTROSí. Mi fraternal solidaridad con la familia Marroquín, ante el vil y cobarde atentado contra José Carlos.