Con una prolongación neta de la esperanza de vida y un preocupante retroceso de la natalidad, la Unión Europea (UE) va camino a estar poblada en 2050 por un tercio de personas mayores de 65 años, lo que transformará el estilo de vida del Viejo Continente.
El envejecimiento de la población europea está en plena aceleración: en 2005 únicamente el 16,5% de los habitantes de los países miembros de la actual UE tenían más de 65 años, un índice que se disparará hasta el 18% en 2010, al 25% en 2030 y al 30% en 2050, según previsiones publicadas recientemente por la oficina europea de estadísticas, Eurostat.
Por primera vez en Europa, esta población superó a principios de la década a los jóvenes de menos de 15 años.
En el mundo, solamente Japón está confrontado a un problema similar. Pero la UE, que cuenta actualmente con 495 millones de habitantes, es una región mucho más poblada y vasta que el archipiélago nipón.
Entre 1990 y 2005, la esperanza de vida en Europa aumentó dos años. Al alcanzar los 65 años, los hombres pueden esperar vivir una media de 17 años más y las mujeres, 20 años.
Paralelamente, la natalidad continúa a la baja. La tasa de fecundidad cayó en la UE de 1,6 en 1990 a menos de 1,5 en 2005, mientras que harían falta algo más de dos hijos por cada mujer para estabilizar la población, al margen de la inmigración.
Este retroceso es particularmente contundente en los ex países comunistas de Europa Central y del Este, que, antes de la caída de las dictaduras en 1989, contaban con una media de dos hijos por mujer. Estos países tienen ahora los índices más bajos del continente, con un récord mínimo para Eslovaquia de 1,2 en 2006.
Para la profesora polonesa de demografía, Irena Kotowska, los países postcomunistas se han limitado a seguir con retraso la tendencia que se inició en los años 60 en Escandinavia, antes de ganar terreno en Europa Occidental y del Sur.
Las mujeres son ahora mucho más numerosas en el ámbito laboral y financieramente, más independientes. También alargan su etapa estudiantil y prefieren iniciar su carrera profesional antes de tener un bebé. En 2003, la edad medida del primer hijo era de 28 años, dos más que en 1990.
La caída de la natalidad no es irremediable, según la mayoría de expertos, a condición de que la sociedad pueda ofrecer a los padres la posibilidad de conciliar la vida profesional con la familiar a través de guarderías y escuelas maternales, como en Francia, o de bajas por paternidad generosas, como en Suecia.
Para tratar de rejuvenecer el país, algunos Estados como España han apostado por la inmigración. En los últimos años, millones de jóvenes inmigrantes se han instalado en ese país, muchos procedentes de América Latina.
Pero los especialistas coinciden en que Europa va a tener que aprender a vivir de otra forma, gestionando mejor las cuentas públicas para financiar los sistemas de pensiones y de sanidad, pero también aceptando el creciente peso político de las personas mayores.
Para el comisario europeo de Asuntos Sociales, Vladimir Spidla, los europeos deben dejar de ver el envejecimiento de la población como una amenaza.
«La economía debe aprovechar las oportunidades que ofrecen los nuevos mercados vinculados con las necesidades de la población de mayor edad», según Spidla.
El término «silver economy» (economía de plata) ya se ha empezado a acuñar en Europa para englobar a los nuevos servicios y productos que emergerán en una sociedad que encanece.
Alemania, pionera de la industria en Europa y el país más viejo de la UE junto a Italia, con el 20% de sus respectivas poblaciones de más de 65 años, ya se ha movilizado para convertirse en el líder de este nuevo mercado.