Un ex jefe de un centro de tortura de los jemeres rojos fue entregado hoy a un tribunal de la ONU, encargado de juzgar a los responsables del genocidio camboyano, y se convirtió en el primer sospechoso en estar preso bajo esta jurisdicción, según fuentes oficiales.
Duch, cuyo nombre oficial es Kang Kek Ieu, estaba detenido en una prisión militar desde 1999 y era el único responsable de los jemeres rojos que se hallaba en custodia antes de los juicios por genocidio en Camboya.
El portavoz del tribunal, Reach Sambath, confirmó que Duch fue formalmente entregado a la Corte de la ONU, instaurada en julio de 2006.
Duch es uno de los cinco ex líderes presuntamente investigados por los jueces. Su transferencia al centro de detención del tribunal de la ONU representa el mayor paso dado por Camboya en sus esfuerzos por enjuiciar a los responsables de uno de los peores genocidios del siglo pasado.
Aproximadamente 2 millones de personas murieron a causa del hambre y la explotación, o fueron ejecutadas durante el régimen comunista (1975-1979), que abolió la religión, las escuelas, la moneda, y envió a millones de individuos a granjas colectivas con el objetivo de establecer una utopía agraria.
Estos crímenes fueron parte de un «plan criminal común que constituyó una sistemática e ilegal negación de derechos básicos», afirmaron a comienzos de mes los fiscales luego de someter los casos a investigación.
Los nombres de las personas investigadas no han sido mencionados de forma pública, aunque los fiscales piden presumiblemente establecer cargos de genocidio, así como otros crímenes, contra el ex jefe de Estado de los jemeres rojos, Khieu Samphan, además de contra el líder adjunto del régimen, Nuon Chea, y el ministro de Relaciones Exteriores, Ieng Sary.
Duch fue responsable de la prisión de Toul Sleng, una ex escuela superior que fue convertida en centro de torturas, por el que pasaron unas 16.000 personas, entre hombres, mujeres y niños, las que fueron brutalmente castigadas antes de su ejecución en las afueras de la capital.
La prisión, ubicada en el centro de Phnom Penh, fue transformada en un museo del genocidio y es actualmente una popular atracción turística.
Cientos de fotografías de quienes estuvieron detenidos en el lugar están en exposición, así como objetos empleados para las torturas y pinturas que describen los flagelos sufridos por los detenidos.
Los juicios están previstos para el próximo año, en lo que muchos ven como la última opción para que los camboyanos obtengan justicia por los crímenes cometidos por el régimen.
Pol Pot murió en 1998 y grupos de derechos humanos están preocupados por la posibilidad de que otras ancianas figuras del régimen, la mayoría de las cuales vive en libertad en Camboya, fallezca antes de enfrentar a la justicia.