Entre Tiger Woods y Nery Velásquez


A finales del año pasado, el pequeño accidente automovilí­stico que sufrió el golfista estadounidense Tiger Woods y que develó toda su serie de infidelidades, desnudó que el mundo del deporte es actualmente la mejor forma de crear í­dolos mercantiles.

Mario Cordero

Hoy dí­a es paradójica una de las tantas publicidades en las que participó Tiger Woods, con una marca de rasuradoras, ya que esta empresa seleccionó a buenos jugadores de distintas disciplinas y que también proyectaran una imagen de ser caballeros, es decir, perfectamente rasurados, acicalados y con una vida familiar ejemplar. En ese concepto, entraron Roger Federer, Kaká y Tiger Woods.

Sin embargo, tras el escándalo extramarital de Woods, la mayor parte de contratos publicitarios fueron cancelados y él tuvo que tomar la decisión de retirarse temporalmente de los campos de golf.

Dí­as después del escándalo Woods, se conoció que en Guatemala hubo dopaje en la Vuelta Ciclí­stica al paí­s, señalando a Alfredo Ajpacajá (que figuró en las primeras etapas al ganar varias metas volantes) y, nada más y nada menos, que Nery Velásquez, el «flamante» campeón de la competición.

Aún no es el tiempo de las condenas, ya que falta corroborar la prueba B, además de otra serie de recursos, como pedir una prueba de ADN. Pero si todo marcha con normalidad, es casi seguro que se ratifique el dopaje.

Los ciclistas y otros deportistas, habitualmente, no tienen la culpa del dopaje, porque casi siempre son los dirigentes quienes les incluyen en las dietas las sustancias prohibidas.

¿Pero qué relación tiene Tiger Woods con estos ciclistas? Pues, básicamente, la similitud es que en ambos casos las figuras de éstos son utilizadas para la comercialización de sus productos.

La Vuelta Ciclí­stica, un evento muy gustado en Guatemala, cumplió el año pasado la edición número 50, un número redondo que representaba una buena oportunidad para el mercadeo. Sin embargo, desde hace algunos años, no lograba atraer la atención del público, ya que no habí­a una figura guatemalteca que destacara y que fuera capaz de ganar la competición.

Para este año, se apostó fuertemente por la victoria de un local; y se logró, pero, por el momento, de forma anómala. Pero mientras se desarrolló la Vuelta Ciclí­stica, eso no se sabí­a, y muchas personas se avocaron al evento, para poder ver a la estrella del pedal, orgullosos de un falso nacionalismo, creyendo que, ahora sí­, un chapí­n iba a ganar.

Y mientras tanto, la Vuelta Ciclí­stica estaba repleta de empresas de publicidad que ofrecí­an sus productos, con atractivas edecanes, y las plazas centrales de los municipios a donde llegaba la caravana pedalí­stica quedaban, invariablemente, después sucias de tanta publicidad desperdigada.

Pero todo fue una falsa ilusión. Y el í­dolo construido, aparentemente con sustancias ilegales, ahora cae, sin que las empresas que lo utilizaron para la publicidad les interese. Total, ellas ya vendieron.

Desde hace mucho tiempo, los buenos jugadores no son los que ganan los torneos, sino los que más venden, y cuando algo mediáticamente malo ocurre, como Woods, Ajpacajá o Nery Velásquez, se hunden en el retiro, sin que a nadie le importe.