Entre periodistas, polí­ticos, pastores y solo un futbolista


Q- Embelesado leí­ la respuesta del periodista Mario Antonio Sandoval, copropietario de Prensa Libre, al abogado Acisclo Valladares, devenido en columnista, al menos temporalmente, mientras confí­a esperanzado el triunfo del candidato de sus simpatí­as.

Eduardo Villatoro

Si usted no está enterado, le cuento que en el litigio entre el Ejecutivo y la Municipalidad de Guatemala por el horario del transporte pesado en la capital, el ex jefe del Ministerio Público afirmó que Prensa Libre ejerció presión contra la Corte de Constitucionalidad para que el magistrado Alejandro Maldonado Aguirre se abstuviera de conocer la acción de inconstitucionalidad planteada por el alcalde ílvaro Arzú contra un acuerdo gubernativo que pretende menoscabar la autonomí­a municipal.

Cejijunto, procesaba yo los argumentos de Mario Antonio; rebatiendo al otro articulista, pero no pude menos que reí­rme sosegadamente al leer este párrafo: «Muchas lunas han pasado desde cuando conocí­ al entonces igualmente joven Acisclo Valladares». Lo que me cuesta es creer que Sandoval y Valladares hayan sido jóvenes alguna vez. A mí­ me da la amarga impresión que ambos, al igual que el magistrado Maldonado, ya nacieron grandes, adustos, con toda la madurez y la solemnidad con que suelen comportarse.

A quien más he tratado es a Mario Antonio y desde que lo conocí­, hace décadas, casi siempre actúa circunspecto y rara vez lo he visto y escuchado soltar sonora carcajada, mientras que a Valladares, con quien somos conocidos, las veces que he conversado con él a lo sumo ha esbozado una forzada sonrisa, como si le torcieran el brazo, y por eso pienso que ambos ya nacieron tan serios como un ropero de la avenida Bolí­var, o que de la niñez se pasaron de un salto a la madurez.

Podrí­a estar equivocado y a lo mejor los dos personajes disfrutaron de una juventud traviesa, inquieta, dicharachera y hasta bohemia; pero, eso sí­, sin pasarse de gaseosas, ni fuera de sus casas después de la medianoche.

Q- Cuando se realizan campañas electorales, me surge la aprehensión de convertirme en í­ntimo amigo de algún polí­tico. Y si entablo amistad con uno de esos seres tan variables, suelo ser cauto en mis apreciaciones y discreto en mis defraudadas aficiones, sobre todo si se tratase de relaciones con el género opuesto, aunque sólo sean de naturaleza prosaica o gramatical.

Vean a dirigentes polí­ticos que hasta hace poco eran uña y mugre, de repente se distancian y luego se sacan la lengua y los trapos al sol. Está el caso del diputado Rolando Morales, elegido presidente del Congreso a causa de su amistad con el candidato presidencial ílvaro Colom, otrora su confidente y correligionario, a quien ha acusado de una serie de supuestos delitos, coincidentemente cuando faltan diez dí­as para las votaciones.

No es lí­cito generalizar, pero es común que individuitos de esa casta que compartieron ideologí­a, viajes, hoteles, comida y hasta mullida cama, en singulares ocasiones, de repente se tornan en irreconciliables enemigos, abandonando valores tan simples como la confianza, la lealtad y la discreción.

Q- Hay personas que por la actividad que realizan merecen todo mi respeto y simpatí­a, aunque yo no coincida con sus doctrinas o ritos. Me refiero a los ministros religiosos, sean rabinos, sacerdotes católicos o pastores evangélicos, porque se presume que la responsabilidad que han asumido significa sacrificio personal, renuncia a la obtención de privilegios en el mundo secular, abstención de tomar partido por una bandera polí­tica determinada, aunque en su fuero interno, como cualquier mortal, su corazoncito late por algún candidato.

Pero cuando esa clase de religiosos participa públicamente sin recato alguno y presuntamente en representación de sus congregaciones, en actos de proselitismo polí­tico, no merecen ser llamados, como ellos se autocalifican, «siervos de Dios», porque simplemente se han confabulado a espaldas de sus feligreses para servir a una causa puramente polí­tica y, por ende, alejada de básicos elementos de carácter espiritual.

Esa doblez de ánimo y solapa ambición de figurar polí­ticamente y, en consecuencia, de apetecer granjerí­as, reflejan los pastores que sin temor al Creador ni respeto a su propia automancillada dignidad, procedieron a volcar su apoyo al candidato presidencial Pérez Molina. Lobos con piel de?

Q- A una pregunta de un activista del presidenciable ílvaro Colom respecto al anuncio en el que el futbolista Carlos Ruiz aparece apoyando al abanderado de la UNE, Romualdo le explicó: No; cuando Colom pidió a sus simpatizantes a que le anotaran un gol de palomita al Partido Patriota, no es como vos te lo imaginás.