La franja de Gaza es desde hace medio siglo una pesadilla para Israel, pero también un rompecabezas para Egipto, que rechaza la posibilidad de volver a asumir cualquier autoridad sobre ese territorio palestino.
«Egipto no caerá en la trampa israelí», afirmó el presidente Hosni Mubarak al iniciarse el ataque del ejército israelí hace diez días, aunque el mandatario egipcio también acusó al grupo islamista Hamas, que controla Gaza, de haber provocado esa situación con su lanzamiento continuo de cohetes hacia el territorio israelí.
Egipto considera que Israel tiene un plan secreto que consistiría en cortar definitivamente Gaza de Cisjordania (controlada por la Autoridad Palestina de Mahmud Abas) y expulsar a su millón y medio de habitantes hacia territorio egipcio.
«Egipto rechaza este plan», clamó el presidente a pesar de la solidaridad que muestra para con la «causa» de los palestinos y su empatía con el actual sufrimiento del pueblo.
Egipto alega, ante las críticas por no haber abierto el paso de Rafah para romper el bloqueo impuesto por Israel a Gaza, que eso hubiera permitido a los israelíes librarse de su responsabilidad de abastecer ese territorio.
Sin embargo, los egipcios han permitido que se construyeran, a lo largo de sus 14 km de frontera con la franja, centenares de túneles que son como un «cordón umbilical» entre Egipto y este minúsculo territorio superpoblado.
Estos lazos tan estrechos sólo se pueden comprender remontándose a la historia de los últimos 50 años, marcada por varios conflictos entre Israel y sus vecinos árabes.
Después de la primera de estas guerras, en 1948, tras el plan de partición de Palestina, la franja de Gaza, con sus 180.000 refugiados, estuvo bajo administración egipcia.
Egipto no tuvo en ningún momento la intención de anexionar el territorio, no les dio a los palestinos la nacionalidad egipcia ni permiso de trabajo, pero sí acogió a sus estudiantes, como a Yasser Arafat.
Al contrario de lo que se pensaba, el líder nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser, que llegó al poder tras un golpe de Estado en 1952, tuvo muchas reservas a convertirse en «tutor» de la turbulenta franja de Gaza.
El ejército egipcio se vio obligado en varias ocasiones a sofocar a tiros las manifestaciones palestinas convocadas por los líderes nacionalistas, y limitó las infiltraciones en territorio israelí.
Pero un episodio provocó, según los historiadores, un cambio radical en la política de Nasser: el bombardeo lanzado por Israel en febrero de 1955 contra una base egipcia en Gaza, que mató a 36 soldados y a 2 civiles.
Humillado e incapaz de responder, tomó la decisión de organizar, controlar y armar a los «fedayines» (combatientes) que realizaban continuas incursiones en Israel, provocando una escalada de violencia.
La guerra israelo-árabe de los Seis Días de junio de 1967 puso fin a la administración egipcia de la franja y dejó paso a la ocupación israelí hasta 2005.
Tras la retirada israelí, Egipto se vio en una situación difícil, en la que por una parte se negó a volver a tutelar la región, aunque ésta tiene un papel clave para la seguridad de su frontera oriental.
Pero Egipto no se esperaba que Hamas tomase el poder por la fuerza en junio de 2007, en detrimento del partido Fatah de Mahmud Abas, aliado del sector árabe más moderado.
Un estado «bajo la influencia de Siria e Irán, y con el riesgo de que el terrorismo se contagiara a los Hermanos Musulmanes egipcios, se convirtió en una realidad inaceptable para El Cairo», dijo a la AFP Imad Gad, investigador en el centro estratégico de Al Ahram.
«Para Egipto está claro que Hamas está influenciado y tiene una gran responsabilidad», señala Gad, que piensa que El Cairo teme que la operación israelí provoque una afluencia masiva de refugiados palestinos en su territorio.