«Todavía me siento extraño»: Léster González Pentón, de 33 años, comparte una doble sensación de alegría y extrañeza con sus seis compañeros de viaje, los primeros siete presos políticos cubanos liberados por el régimen de La Habana, apenas 24 horas después de llegar a Madrid.
«Para mí esto es un sueño, me parece que lo que estoy viviendo no es real», confiesa, rodeado de su esposa, su madre, su padrastro y dos hermanas en la terraza del hostal donde los siete se alojan desde el martes, en el barrio de Vallecas, en un polígono industrial a las afueras de Madrid.
«Me siento contento de encontrarme con mi familia pero también triste de haber abandonado mi país», sobre todo a su hija de 8 años «porque su mamá no me permitió traerla», lamenta González, que como sus seis compañeros fue encarcelado en la «primavera negra» de 2003.
Las sensaciones de Léster en los últimos días van desde los «nervios» que pasó antes de reencontrarse con su familia, «prácticamente unos minutos antes de arribar al avión», y la extrañeza de «hablar con la prensa y que no te suceda nada después».
«Psicológicamente me siento alterado por las secuelas que tengo de la prisión», confiesa, donde tuvo una experiencia «muy dura» en «régimen de aislamiento» que le ha dejado «gastritis crónica agudizada», una dolencia intestinal e hipertensión.
Mientras varios de sus seis compañeros se reúnen en el hostal con la organización española CEAR de ayuda a refugiados, que les buscará un alojamiento fuera de Madrid, Léster, que colaboraba con sitios opositores de prensa y fue condenado a 20 años de cárcel, admite que le gustaría trabajar como periodista.
«Pero hay que ver lo que me depara la vida en un futuro», comenta.
Junto a él, el médico José Luis García Paneque, de 45 años, dice estar «desconcertado».
«Hemos tenido 24 horas de una acogida muy calurosa en Madrid, pero es muy intenso…», confiesa este padre de cuatro hijos, colaborador de una agencia opositora, que ha viajado con sus padres, su hermana, el esposo de ésta y su sobrino de «apenas 28 días».
«Aún no tenemos nada que celebrar porque es apenas la avanzada de un proceso», apunta este hombre extremadamente delgado a quien su paso por nueve cárceles cubanas en siete años dejó problemas intestinales.
Mientras el gobierno español se da prisa en tramitar documentos para que todos reciban un permiso de residencia y de trabajo, los recién llegados están «en un límbo jurídico», apunta el periodista Julio César Gálvez, de 65 años.
Para Gálvez, pasar de una celda mínima «sin aire, con ratas, ratones, cucarachas y alacranes» a ser libre y viajar a España con su esposa y su hijo de 5 años «ha sido un cambio brusco».
Ahora «estoy en la tierra de mis antepasados, desciendo de gallegos y canarios y estoy en mi ambiente»; «agradezco a los españoles el recibimiento que nos han dado».
En el futuro le gustaría trabajar como periodista –«el oficio no se pierde, simple y llanamente hace siete años que no lo ejerzo»–, «pero hay que esperar», se resigna.
«Tengo el cuerpo en Madrid y la mente en mi patria», confiesa por su parte Ricardo González, de 60 años y corresponsal en Cuba de Reporteros sin Fronteras.
Rodeado de periodistas y cámaras, González, condenado a 20 años de prisión, donde fue operado cuatro veces, subraya que «cualquier trabajo» que desempeñe en España, preferentemente en Madrid, «será para defender la libertad d de expresión en cuba y la democracia en Cuba».
Su esposa, Alida Viso, siente «mucho desconcierto»: «No sé ni qué día de semana es ni qué día de mes»; venir a España «no lo había procesado en mi mente, pensaba que me iba a otra casa en La Habana porque fue una cosa tan rápida…»
Viso, que es Dama de Blanco y ha viajado también con su hija de 13 años y la ex esposa y los dos hijos adolescentes de González, reconoce que salió de Cuba en medio de la «confusión».
Pero siente «alegría» por el reencuentro y por estar en «un país donde haya libertad», y espera «trabajar y darle un futuro a nuestros hijos, porque allí no tenían futuro».
La Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos, Navy Pilay, alienta a Cuba a liberar a todos los detenidos políticos, declaró su vocero hoy en Ginebra.
«Además del grupo de 52 (detenidos políticos que deben ser liberados), sería bueno en este momento que se revisara la situación de otros prisioneros, ampliamente considerados detenidos políticos, para que también consigan la libertad», indico el portavoz de Pillay en Ginebra.
Esperamos «medidas significativas para proteger los derechos humanos en Cuba», agregó Pillay.
Estas declaraciones se producen un día después de la liberación de siete detenidos cubanos, que han llegado a España, quienes forman parte de un grupo de 52 prisioneros que el gobierno de Raúl Castro prometió poner en libertad, por iniciativa de la Iglesia Católica de ese país, una gestión que acompañó el ministro de relaciones exteriores de España, Miguel íngel Moratinos.
Esos 52 prisioneros forman parte de los 75 detenidos de la llamada «primavera negra» de 2003, una ola de arrestaciones contra la disidencia interna ocurrida bajo la presidencia de Fidel Castro.
De aquellos 75 detenidos, 22 fueron ya liberados por motivos de salud, y uno por cumplimiento de pena. Los 52 restantes son los que ahora han comenzado a recuperar su libertad por un acuerdo entre la Iglesia Católica y el gobierno de Cuba, con España como testigo.
La totalidad de presos políticos en Cuba antes de estas liberaciones de ayer, alcanzaba el número de 167. De los mismos, 53 eran considerados por Amnistía Internacional (AI) «prisioneros de conciencia», de acuerdo al ultimo informe anual de la tolerada Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), que preside el opositor Elizardo Sanchez.
El inicio de las liberaciones de estos detenidos llevaron al sicólogo y periodista Guillermo Fariñas, de 48 años, a suspender su huelga de hambre de cuatro meses, mediante la que reclamaba la liberación de presos políticos.
Dos ex presos políticos cubanos llegaron hoy al aeropuerto de Madrid, sumándose a los siete de la víspera, todos ellos parte de los 52 que el régimen de La Habana decidió liberar, indicó una fuente del ministerio español de Asuntos Exteriores.
Se trata de los periodistas Normando Hernández, de 40 años, y Omar Rodríguez, de 44.
Ambos llegaron al aeropuerto madrileño de Barajas hacia las 14H00 locales (12H00 GMT) en un vuelo comercial de Iberia acompañados por 13 familiares, añadió la fuente.
Los dos se añaden a los siete ex prisioneros políticos que llegaron el martes a Madrid, primer grupo de los 52 que el gobierno cubano decidió liberar.
Está previsto que el jueves lleguen a España otros dos ex presos, Luis Milán, de 40 años, y Mijail Bárzaga, de 43, según la fuente.
El presidente del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, subrayó este miércoles en el Congreso de los Diputados la «influencia» del ejecutivo español en la decisión de las autoridades comunistas cubanas de liberar a 52 prisioneros políticos.
«Ayer mismo se ha hecho palpable nuestra influencia para que un grupo de ciudadanos cubanos disfruten, en nuestro suelo, su propia libertad», señaló ante los diputados durante su discurso en el debate anual sobre el estado de la nación.
La Habana anunció estas liberaciones el miércoles pasado, durante la visita a Cuba del ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel íngel Moratinos, quien medió ante el régimen junto con la iglesia católica cubana para la liberación de disidentes.
Moratinos aseguró el martes que, con estas liberaciones, «el escenario que se abre en Cuba (…) implica una nueva voluntad del gobierno cubano» de «cerrar de forma definitiva la liberación de presos políticos» y de avanzar «en materia de reformas económicas y sociales».
Se trata además de «una oportunidad que no debemos desaprovechar para redefinir la relación de la Unión Europea (UE) con Cuba», señaló.
Moratinos promueve desde hace años ante la UE un acercamiento a La Habana a través de la supresión de la posición común semestral en la que los 27 piden a la isla una transición hacia la democracia.
En su lugar defiende la firma de un acuerdo de cooperación que comprometa al régimen a respetar los derechos humanos y las libertades.