Ante los tantos escándalos protagonizados por los actuales funcionarios de gobierno, ya sea en materia de robos, hurtos, apropiaciones indebidas, protección a narcotraficantes y funcionarios corruptos, descarada entrega de la soberanía nacional y otros asuntos como el clientelismo político en la entrega de fertilizantes, ejercicio ilegal de funciones por parte de funcionarios sin las calidades para serlo, lo cual constituye materia para la desilusión de los guatemaltecos, ¿Debemos resignarnos a dejar pasar y dejar hacer?
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Haciendo una revisión a mi colección de periódicos y revistas de los últimos cuarenta años, salta a la vista que TODOS los funcionarios que ejercieron funciones en los gobiernos han manejado el poder para enriquecerse ellos mismos y a sus camarillas de seguidores políticos, amigos, amantes (hombres y mujeres) y por supuesto, a las transnacionales que les untaron la mano de forma generosa.
Citar ejemplos paradigmáticos de cada uno sería la de nunca terminar, pero en la conciencia del guatemalteco existe el recuerdo de cómo y quiénes se han aprovechado del erario nacional para convertirse en nuevos ricos y/o acrecentar la fortuna que heredaron de sus “honrados ancestros”.
Guatemala, es decir la población popular, JAMÁS ha tenido acceso a la información que dé a conocer la verdadera forma de manejar el presupuesto nacional y los negocios que se hicieron con el pretexto de “encarrilar a Guatemala por el sendero del desarrollo” para hacerla más competitiva en aspectos como la producción, comercio, banca, explotación del agro e industria como si esos factores fueran los que en verdad solucionarían la problemática social de la ignorancia, desnutrición, trabajo, educación, salud y seguridad como derechos mínimos de la población.
Ya es asqueante el conocer cada semana un escándalo económico en el que están involucrados funcionarios del actual gobierno; así mismo, fue asqueante y vomitivo aguantar y resistir los desmanes, abusos, prepotencia, mala crianza, mala educación de las personas que se desempeñaron como funcionarios de Estado en los últimos cincuenta años; la Historia de Guatemala DEBE CAMBIAR, eligiendo a hombres y mujeres con probidad, honradez, decencia, dignidad, pudor y vergüenza para el ejercicio de los cargos que ameritan tales condiciones éticas y morales.
Para nada sirvió ni sirve que hayan y hagan creer a la población que son buenos cristianos e hijos de Dios cuando son unos verdaderos hijos de… con el respeto de las verdaderas; ladrones, estafadores y toda una cadenita de epítetos que se merecen; y que al final, no recompensan ni devuelven al Estado los millones que se han clavado.
Ser funcionario público o diputado equivale ahora, a ser un potencial y vulgar ladrón del erario nacional; Y LO CORROBORAN todos aquellos que, con la anuencia y autorización tácita de las “más altas autoridades” siguen en el nefasto desfalco y reducción del Estado, sin que las supuestas autoridades contraloras intervengan, puesto que son parte de la misma camada de porcinos.