ENTONCES HAY QUE SER CONSPIRADOR…


Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom ha fomentado la criminalidad, ya porque se ha abstenido de actuar, ya porque su actuación ha sido ineficaz, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Criminalidad, o un próspero productor de robo, secuestro y asesinato, hay que ser conspirador.

Luis Enrique Pérez

Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom ha inaugurado nuevas eras de ilí­cita depredación del tesoro público, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Corrupción, o un próspero productor de ilí­cita riqueza, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es una impresionante demostración de ejercicio irresponsable, negligente e inepto del poder público ejecutivo, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Caos, o un próspero productor de males públicos, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom crea y fomenta conflictos entre los guatemaltecos, hasta suscitar la sospecha de que un encuentro sangriento entre ricos y pobres, o capitalistas y obreros, o ladinos e indí­genas, le causarí­a í­ntimo regocijo, hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom, so pretexto de contribuir a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos más pobres, es un impune traficante de votos, hasta provocar la degeneración de los procesos electorales, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es una estafa ideológica, una fraudulenta promesa polí­tica, un modelo de ineficiencia administrativa pública, un agente de incertidumbre jurí­dica, o un ominoso engendro de la democracia, hasta constituirse en una maldición nacional, entonces hay que ser conspirador. En suma: si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es uno de los gobiernos más maléficos de la historia de Guatemala, u opinar que su poder destructivo es mayor que el poder que poseen las tormentas tropicales o los terremotos, hay que ser conspirador. Y hay que serlo, por el supremo bien de Guatemala. Empero, si no ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es terror del crimen, santo guardián del tesoro público, ejemplo magní­fico de ejercicio responsable, diligente y apto del poder público; grandioso representante de la unidad nacional, salví­fico benefactor de pobres, deslumbrante aurora ideológica, paradigma de honesto cumplimiento de promesa polí­tica, modelo universal de eficiente administración pública, manantial de certidumbre jurí­dica, y mesiánico redentor de la democracia, entonces es imposible no ser conspirador. Nadie conspira para derrocar al irresponsable, negligente e inepto gobierno del presidente ílvaro Colom; pero él mismo (es decir, el presidente Colom) conspira para destruir el Estado de Guatemala. Y deberí­a ser destituido, acusado y condenado. Precisamente su mejor residencia serí­a la cárcel. Y deberí­a ser sujeto de persecución penal pública a partir del dí­a mismo en que ya no sea Presidente de la República. Post scriptum. Si ser conspirador es ejercer el derecho de opinar libremente, entonces la misma Constitución Polí­tica de la República otorga el derecho a conspirar, contra cualquier gobierno.