Entendiendo el Baktún (III)


Luis-Fernandez-Molina_

Por “animismo” se entiende una corriente de pensamiento, o visión del universo, que considera que tienen alma (ánima) muchos entes o elementos más allá de que solo la tengan los seres humanos. Este enfoque extensivo tendría menores dificultades de ser aceptada si se atribuyera espíritu a los seres orgánicos que tienen vida orgánica (la mascota, el árbol), pero la idea se complica cuesta arriba si la aplicamos con relación a los objetos inanimados, a cosas.

Luis Fernández Molina


Por eso el animismo admite innumerables y muy variadas concepciones. No es propiamente una religión como tampoco una filosofía, aunque una y otra toman prestados algunos de sus elementos. Tampoco entra en contradicción con algunas ortodoxias, por ejemplo uno de los santos católicos más emblemáticos, el de Asís, no dudaba proclamar al hermano Sol, la hermana Luna, el hermano lobo. Pero otras concepciones de la idea amplían el concepto hasta la creencia de que todas las cosas están animadas (tienen ánima o sea alma), desde los seres humanos, los animales, las plantas, hasta las cosas como las herramientas, los ríos, las máquinas, las piedras, etc.

Pues bien, las creencias de los antiguos pobladores de Mesoamérica estaban impregnadas de un marcado pensamiento animista. Por eso se asignaron muchas jerarquías; algunas entelequias hasta se elevaron a la categoría de dioses: la lluvia, el trueno, el maíz, la guerra, la muerte, entre otros. Por eso existe una conexión directa entre animismo con politeísmo. Los pueblos de Mesoamérica eran claramente politeístas; tenían un amplio panteón donde se ubicaban muchos dioses. Pero ese espíritu “animista” se proyectaba en muchos aspectos de su universo y, entre otros, en la identidad de los días y de las épocas. Cada día tenía un espíritu, una personalidad, en otras palabras una energía vital particular. Igualmente tenían marca propia los registros de 20 días (Winal), 1 año (Tun), 20 años (Katún), 400 años (Baktún). O sea que podían ser iguales matemáticamente, pero muy distintos conceptualmente. En consecuencia, para los mayas la marca de un día no era solamente el registro del sucesivo movimiento (aparente) del Sol. Los días mayas tenían distintivo, por decirlo así, tenían nombre y dos apellidos, y esa combinación particular se repetía solamente cada 52 años. Este enfoque es claramente diferente a nuestro actual pensamiento occidental donde los días son meras referencias en nuestros registros o apuntes de las agendas. Índices abstractos. Sin personalidad, sin “espíritu”.

Pero hasta hace poco tiempo los días sí tenían una referencia, no en el mismo sentido mesoamericano, pero que de alguna manera distinguía cada día; se acostumbraba poner el nombre del santo o conmemoración de la jornada. En un sentido se dejaba al destino decidir el nombre del próximo a nacer (una semblanza con la visión maya del Tzolkin). Así había nombres, hoy día poco escuchados, como Encarnación, Epifano, Lorenzo, Concepción, Pedro, Mariana de Jesús, Asunción, Isidro, etc. (Claramente había connotación religiosa). El llamado Santoral era muy conocido y aplicado. Ya no. En cierto sentido los días han perdido esa profundidad, se les ha desnudado ese encanto a pesar de que aún subsisten algunos días marcados como el 29 de febrero, el 7 o el 28 de diciembre. Para nombrar los días al menos conservamos los antiguos, aunque sin una invocación particular, meramente como una costumbre y resabio de las raíces latinas. De esa cuenta es claro que el lunes es día de la Luna (Monday en inglés), martes día del dios Marte, miércoles de Mercurio, jueves de Júpiter, viernes de Venus, saturnio de Saturno que por influencia hebrea se convirtió en sábado; o los meses que también corresponden a dioses romanos (Janos, Marte, Aprillis, Maia, Juno). Pero en portugués ya hasta esa denominación de los días quedó atrás pues el lunes es un seco “segunda”, martes es tercera, miércoles cuarta, jueves quinta y viernes sexta. Para los mayas los días servían de cómputo del tiempo y referentes para definir personalidades y determinar eventos. Los días no tenían un solo valor absoluto y abstracto, eran entes cuya personalidad surgía de la combinación de varias cuentas o calendarios. Lo más cercano que nosotros tenemos a ese concepto es el de martes 13 (o viernes 13). ¿Cuántos martes 13 hay en un año? (Continuará).