Enfrentan el problema de la dioxina


Mai Khai cultiva sus patatas a lo largo del muro que aisla la antigua base estadounidense de Danang, en el centro de Vietnam, un lugar que aún está contaminado por la dioxina vertida durante la guerra, lo que al septuagenario no le importa.


«No hay contaminación aquí­», dice, y subraya: «todaví­a estoy vivo».

Los expertos internacionales dicen que el riesgo de contaminación por las verduras es limitado, pero los vietnamitas que viven cerca de la antigua base aérea están expuestos a un mayor riesgo de contaminación, advierten.

Durante la guerra de Vietnam, decenas de millones de litros del Agente Naranja, un defoliante altamente tóxico que contiene dioxina, fueron usados por los norteamericanos para destruir los bosques y cultivos de los que se serví­a la guerrilla comunista vietnamita.

El Agente Naranja era almacenado en Danang y otros lugares.

El conflicto terminó en 1975, pero Hanoi y Washington, que normalizaron sus relaciones en 1995, apenas están en el inicio de un trabajo conjunto de descontaminación, lo que no impide que el caso siga tensando su relación.

Las asociaciones de ví­ctimas estiman que el herbicida, capaz de causar cáncer, ceguera, enfermedades de la piel o malformaciones fí­sicas, afectó de dos millones a cuatro millones de personas, las que nunca lograron ser compensadas por los tribunales estadounidenses.

Estados Unidos participa en los trabajos de descontaminación y ha otorgado 6 millones de dólares para programas de salud y para reducir los efectos de las dioxina, pero sigue negado su responsabilidad ante las ví­ctimas, al amparo de la falta de datos reconocidos sobre los efectos del producto.

Como las antiguas bases norteamericanas de Bien Hoa, cerca de la antigua Saigón (sur, hoy Ciudad Ho Chi Minh) y Phu Cat (centro), la de Danang, controlada por el ejército vietnamita y situada cerca del aeropuerto, fue uno de los principales lugares de contaminación.

Aquí­, los niveles de dioxina son de 300 a 400 veces más elevados que las normas internacionales aceptadas, explica Thomas Boivin, presidente del grupo canadiense de consultorí­a medioambiental Hatfield Consultants.

Hace casi dos años, las autoridades vietnamitas, con la ayuda de Estados Unidos, instalaron una loza de cemento sobre la zona de preparación y carga del Agente Naranja, al tiempo que mejoraron el drenaje y filtración de sedimentos en un lago situado en la base.

Sin embargo, si no se toman otras medidas, la contaminación del suelo y el aire continuará, advirtió hace poco Koos Neefjes, un asesor de la ONU. Hasta los peces y las aves de corral pueden ser vectores de contaminación.

Para limpiar la zona serí­a necesario, por ejemplo, el desplazamiento del suelo contaminado en vertederos subterráneos para ser tratados con métodos biotecnológicos», dice Lai Minh Hien, el responsable vietnamita del expediente de la descontaminación.

Descontaminar las tres bases costará al menos 60 millones de dólares, señala el responsable, que quiere «más» de los estadounidenses.

Washington estima sin embargo que es demasiado pronto para evaluar el costo de la descontaminación completa.

Hoang Thi The vive cerca del aeropuerto de Danang y lo que ella quisiera, antes que nada, es ayuda norteamericana para sus hijos con malformaciones, ví­ctimas, según los médicos, del Agente Naranja. Su hijo, Tran Duc Nghia, de 35 años, y su hija, Tran Thi Ty Nga, de 31 años, se mueven con la ayuda de un carrito y de un andador, respectivamente.

«Me dijeron que si viví­amos cerca del lugar donde se almacenaba o derramaba el Agente Naranja, serí­amos afectados», dice la mujer, que recuerda el sonido de los aviones que despegaban durante la guerra, pero también que «no sabí­a que llevaban el Agente Naranja».