Enésimo fracaso político


Eduardo_Villatoro

Lo he sostenido en más de una ocasión: sólo un sujeto intensamente obcecado o un político opositor obsesionado por alcanzar el poder, ansían que un Gobierno fracase, desde el inicio de su gestión, aunque su descalabro signifique el desastre para la mayoría de los guatemaltecos.

Eduardo Villatoro


La más reciente oportunidad en la que expresé este concepto que carece de originalidad o de brillantez argumentativa fue hace casi un año, cuando iniciaba su período el presidente Otto Pérez Molina, porque yo anhelaba que el régimen que encabeza este militar, dotado de destrezas políticas y retóricas, tuviera la capacidad, las intenciones y la habilidad, entre otras características, de dirigir con probidad, entusiasmo y transparencia los destinos de este país, cuyos ciudadanos han sido víctimas de tantos engaños en el transcurso de las últimas décadas en las que se han sucedido gobiernos de la misma tendencia neoliberal, con casi imperceptibles matices que podrían diferenciarlos si alguien contara con un instrumento capaz de distinguir siluetas en densa oscuridad.
  
Mis apetencias porque el candidato presidencial que obtuvo mayoría de  sufragios en los más recientes comicios, pudiera, por lo menos, superar los más notorios obstáculos que impiden el desarrollo nacional, no estaban contaminados por minúscula gota de interés personal y menos de invisible partícula de tendencia ideológica, sobre todo porque ni siquiera acudí a las urnas a votar por ninguno de los entonces presidenciables, a sabiendas que los guatemaltecos rasos no tenemos la opción de elegir a los aspirantes a cargos de elección popular, porque son impuestos por elites económicas y políticas, generalmente de la clase dominante.
   Conforme se deslizaron las semanas y los meses, también se fueron diluyendo las muy moderadas perspectivas que yo había alucinado, y pienso que no estoy equivocado al afirmar que un elevado porcentaje de los que votaron por el candidato patriotista se fueron desilusionando al paso del tiempo, fundamentalmente porque el aspirante devenido en gobernante no cumplió con sus principales y más notorias ofertas electorales: mano dura contra los criminales, honestidad en el manejo de la administración pública, combate a la corrupción.
   Podrá aseverarse que el Ministerio de Gobernación está librando denodada lucha contra la delincuencia; que sobresale en perseguir y encarcelar a integrantes de pandillas juveniles, especialmente extorsionistas y secuestradores, sin que se haya eliminado en elevado porcentaje ese crucial fenómeno que aflige y atormenta a pequeños comerciantes, pilotos del servicio colectivo en cualquiera de sus modalidades, y moradores de colonias populares, entre otros grupos vulnerables; pero el crimen organizado no ha sido golpeado, incluyendo, por supuesto, a carteles del narcotráfico, con raras excepciones.
   Abundan ejemplos de ausencia de respeto a normas que regulan los negocios del Estado, al extremo de que no hay semana en que los diarios impresos no den a conocer compras y contrataciones de bienes y servicios por cantidades millonarias sin ajustarse a procedimientos legales, lo que constituye rotunda demostración de que la corrupción, en vez de amenguar, se ha incrementado de manera escandalosa, favoreciendo a financistas  políticos, a poderosas compañías transnacionales y, por supuesto, a funcionarios públicos y a influyentes empresarios de la plutocracia doméstica.
   Se multiplican los casos de atropellos e ilegalidades en las áreas agrícolas, en el ámbito de los recursos naturales, en el irrespeto a derechos humanos y tantos asuntos más que conducen a determinar que el sistema dizque democrático no funciona.
   Enésimo fracaso político.
   (A sus amigos y compañeros que lo ignoran les participo que el 31 de diciembre falleció mi querido camarada Víctor Zeceña, apreciado guatemalteco de servicio a la comunidad a la que entregó. Reitero mi pésame a su esposa Olimpia, a su hijo, hijas y nietos. Lo lamento sensiblemente).