Encuestas que deciden



Es una idea generalizada que las encuestas no son más que la fotografí­a de la realidad en un momento determinado y que no debe temerse por su influencia, toda vez que la misma no llega a ser determinante y que lejos de ser un elemento que determine resultados, simplemente es un medidor del comportamiento de la opinión pública en momento determinado. Sin embargo, es un hecho en Guatemala, al menos, que las encuestas son determinantes y lo pudimos comprobar la semana anterior cuando los industriales invitaron a su congreso a exponer sus planes a los cinco candidatos que aparecí­an punteando en la encuesta de un medio de comunicación.

Los otros candidatos no tuvieron siquiera la chance de ser escuchados por uno de los más influyentes sectores del paí­s ni de exponer sus puntos de vista para que fueran reproducidos por los medios de comunicación. En otras palabras, tras de que aparecen como chiquitos en las encuestas, no tienen la menor oportunidad de crecer porque nadie está interesado en escuchar a los que no aparecen con «opción» de ser presidentes, según lo determinado por la encuesta.

Eso significa que las encuestas tienen más importancia de la que oficialmente se les atribuye y por lo tanto es mucho más importante que las mismas sean objeto de una regulación que asegure transparencia porque todo experto en cuestiones demoscópicas sabe que es relativamente fácil influir en el resultado de una medición de acuerdo con el tipo de preguntas que se formulen y la forma en que se hagan las preguntas. No pretendemos acusar a nadie de manipulación, porque no tenemos pruebas para hacerlo, pero sí­ queremos afirmar que cientí­ficamente es un hecho que las encuestas pueden ser manipuladas si existe mala intención.

Ante esa realidad, y la situación derivada de que los candidatos que no puntean son ignorados hasta para los foros, creemos que vale la pena reflexionar seriamente sobre el sentido de las encuestas, su contenido, la forma en que se realizan, la seriedad de los encuestadores y de quienes patrocinan los estudios, así­ como la forma en que se publican.

Ya dijimos que financieramente las encuestas condenan a los candidatos con menos recursos a quedarse aún más pobres porque al no puntear en las encuestas de la pistocracia, no pueden recibir nuevas ayudas porque nadie quiere apostar a caballos perdedores. Pero si además resulta que, de acuerdo con las encuestas, los más pequeños ni siquiera son tomados en cuenta para que puedan expresar sus puntos de vista en foros y debates, obviamente el peso especí­fico de las encuestas se vuelve demasiado grande y el poder que tienen quienes pueden manipular sus resultados, si desean hacerlo, es abrumador. De suerte que es un tema demasiado serio como para dejarlo librado a la buena fe, a la buena fama o a las aparentes buenas intenciones y debe haber regulación para asegurar que no exista la manipulación cientí­ficamente posible.