Estoy harta de ver, leer y escuchar tantos ataques, tantas mentiras y tantas estupideces –no puedo decirlo de otra forma–, ya que ciertos comentarios denotan, no, supuran ignorancia, insensibilidad y cargas extremas de racismo, clasismo y desconocimiento del tema.
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Si, hablo de la condena por genocidio –concepto que por cierto no entienden muchos y por ende tergiversan o componen a su conveniencia, aunque no sé qué les trae una defensa desgarrada por alguien y sobre algo que desconocen.
Pero profundizar en los niveles de analfabetismo histórico requiere tiempo. Y le digo así porque deteriorado e incipiente como es y por lo visto seguirá nuestro sistema educativo, a no ser por la cordura de algunas madres y padres, referirnos al conflicto armado interno es decir nada cuando se toca el tema con personas de mi edad, -justo de esa época-, no digamos con generaciones más jóvenes.
Tristemente este argumento ha sido el caballito de batalla para quienes afirman que acá no hubo genocidio, sin notar, al menos es lo que he observado, que mucha de la gente que se congratula hoy por esta decisión del tribunal presidido por Jazmín Barrios, pertenece a un sector cultivado, muchos cercanos a la academia (a diferencia de muchos de los otros) y al trabajo social -que de nuevo, muchos denigran por cierta incapacidad cultural que nos persigue y los encloseta en un mundo irreal, en donde lo que le pase a los indígenas les pela, ya que su función en esta sociedad es servir, servir bien, barato y proveernos de suvenires emblemáticos, antes regateados, que nos hacen quedar bien fuera de nuestras fronteras.
Volviendo a este grupo, me parece que descalificarlos es tonto, porqué hablan con conocimiento de causa, basados en investigaciones serias, y más aún pienso que es absurdo querer tapar el sol con un dedo, buscar anulaciones del juicio y peor aún asumir esta condena como algo en plural, nacional y vergonzoso, todo lo contrario en realidad.
No sé cuáles serán las noticias el lunes en este sentido, pero independientemente de lo que decida la Corte de Constitucionalidad, la historia registrará que Efraín Ríos Montt fue condenado por Genocidio y eso no lo borrarán los insultos marcados en tinta sobre papel periódico, (o dichos a voz en cuello en la radio y la televisión), los escupitajos en las redes sociales, ni los afiches y pasquines mal hechos. Como diría Pascal: “El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende”.