En una burbuja dorada


Una piscina dentro de un hotel de Shanghai, que muestra el lujo y la ostentación de que hacen gala los chinos ricos. FOTO LA HORA: AFP PHILIPPE LOPEZ

Impermeables a la crisis, las grandes fortunas de China siguieron prosperando este año y llevan su vida en una burbuja dorada, con un consumo de productos de lujo a un ritmo vertiginoso.


Una modelo china ofrece una barra de oro macizo, artí­culos sólo posibles para las clases altas. FOTO LA HORA: AFP

En el corazón de Pekí­n, en la calle Jinbao, arteria de 800 metros creada tras 2.000 expropiaciones y en donde cada centí­metro cuadrado vale oro, se suceden las marcas de lujo: concesionarias de automóviles Rolls-Royce y Bugatti, negocios de Gucci, Cartier, el ultraselecto Hong Kong Jockey Club y varios hoteles cinco estrellas.

Gracias al mercado inmobiliario y la bolsa, las 1.000 fortunas más grandes de China, cuya lista acaba de publicar la revista Hurun, disponí­an en forma colectiva de 571.000 millones de dólares en septiembre (contra 439.000 millones el año pasado), es decir más que los PIB de Indonesia o Bélgica.

«La riqueza china crece a una velocidad vertiginosa», constató Rupert Hoogewerf, fundador de Hurun.

China es el segundo paí­s por el número de multimillonarios en dólares (130) detrás de Estados Unidos.

Detrás Dubai y Abu Dabi, China es el tercer mercado mundial de Rolls-Royce: 52 Phantom se vendieron el año pasado -uno por semana- a precios en torno al millón de dólares, según los rumores.

«Nuestros clientes son 100% chinos y muy ricos», explica Wilson Ho, director general de Lamborghini, en su showroom de la calle Jinbao.

«Son empresarios exitosos en el mercado inmobiliario, los entretenimientos, las finanzas, las minas de carbón y acero. Son muy jóvenes, la mayorí­a de entre 20 y 30 años», agrega.

«Algunos clientes compran un vehí­culo en una hora. Pagan en efectivo. Y estamos hablando de 6, 7 u 8 millones de yuanes (entre 900.000 y 1,2 millones de USD). Para los ricos es dinero de bolsillo», continúa Ho, que representa también a Bugatti y Rolls Royce.

En otro barrio de lujo, el negocio más grande de Louis Vuitton en Pekí­n, de tres pisos, está repleto de clientes chinos, algunos de los cuales pasan por las cajas cargados de paquetes.

La marca ha abierto una media de un nuevo comercio por mes en 2009 en China, donde Vuitton celebra su «excepcional desempeño».

Al lado, en el joyero Cartier, una vendedora de guantes blancos se encuentra delante de una vitrina donde se expone un enorme reloj de unos 180.000 dólares en oro blanco y diamantes.

«Los ventas van muy bien en China», dice Bonnie Bao, responsable del comercio. Cartier abrió 11 negocios en China en 2008 y tiene previsto abrir ocho más este año.

«Nuestros clientes son muy ricos. Muchos compran sin mirar el precio», explica Bao.

En el decorado barroco y extravagante del diseñador francés Philippe Starck, en el restaurante Lan Club, la clientela, en un 70% china, también consume sin mirar la cuenta.

La mejor botella de cognac cuesta 5.472 dólares, la botella de vino Chateau Laffite 1995 se vende a 3.717 USD y el plato de mariscos a 778 USD.