En Suecia la economí­a burbujea y hace correr rí­os de champagne


La venta de champagne a particulares en este reino escandinavo de nueve millones de habitantes superará este año el listón del millón de botellas contra las 738 mil de 2006.

Como un barómetro de un modo de vida próspero y de unos hábitos de consumo en plena mutación, rí­os de champagne corren actualmente en Suecia, donde las ventas del lujoso vino francés están alcanzando un nivel nunca visto antes.


La venta de champagne a particulares en este reino escandinavo de nueve millones de habitantes superará este año el listón del millón de botellas contra las 738.000 de 2006 y las 287.000 de hace diez años.

«Beber champagne se ha vuelto algo normal y se toma todos los dí­as y no sólo el fin de semana o para celebrar algo», explica Per Nordlind, dueño del «Cocktails Champagne Bar» situado en un barrio exclusivo de Estocolmo.

El bar, elegante pero informal, propone cuatro marcas diferentes de champagne en copa y una treintena en botella, lo que lo ha hecho popular entre los suecos de las clases acomodadas que se agolpan en su terraza, en particular en verano.

El éxito del champagne se explica por «un crecimiento económico duradero combinado con un creciente interés por la calidad y el prestigio», resume Martin Erlandsson, representante en Suecia de la célebre casa Moet Hennessy.

«La economí­a sueca es muy próspera. Hemos aprendido mucho sobre el champagne y beberlo es una manera de mostrar que ganamos mucho dinero», coinciden Fredrik Linder, 37 años, y Jens Takte, 36 años, dos hombres de negocios que han hecho fortuna en las tecnologí­as de la información e internet.

De enero a octubre, las ventas de Moet Chandon, Bollinger, Pol Roger, Veuve Cliquot y otras marcas subieron 26,88%, según cifras de Systembolaget, empresa que administra desde 1955 el monopolio de la distribución de alcohol.

Y estas cifras no tienen en cuenta los miles de botellas descorchadas en bares, restaurantes y discotecas nocturnos, ni las compradas directamente a los productores franceses.

«El consumo mundial aumenta cada año de 5 a 6%, pero en Suecia aumenta en las mismas proporciones que en los paí­ses emergentes, en un 30%», confirma Ghislain de Montgolfier, presidente de la Unión de productores de champagne.

«Se trata no sólo de un fenómeno económico, de suecos con un fuerte poder adquisitivo, sino sobre todo de un fenómeno cultural», sostiene.

«En Escandinavia hay un desarrollo manifiesto de la gastronomí­a de calidad (chocolate, quesos, aceite de oliva) para la que el alcohol es un factor de socialización», agrega.

Esta opinión la comparte Crister Svantesson, un sexagenario apasionado del vino espumante, que ha visitado varias veces la región de Champagne, en el este de Francia, para perfeccionar sus conocimientos y que cuenta que siempre tiene una buena botella en su refrigerador.

«Es la más bella bebida que puede haber», dice sonriendo, antes de sostener que «si el champagne simbolizaba el lujo hace 15 años, ahora es parte del buen vivir».