EN PIE DE GUERRA


DESDE LA REDACCIí“N

Cientos de miles de indí­genas y campesinos guatemaltecos están en pie de guerra para que el Estado derogue las licencias de explotación de minerí­a y la operación de hidroeléctricas, convencidos de que afectan los recursos naturales y a las comunidades más pobres del paí­s, según sus lí­deres.


«Guatemala es un paí­s pluricultural y multilingí¼e donde la forma de vida no es el desarrollo minero o hí­drico, sino que está basada en el equilibrio de la cosmologí­a y cosmogoní­a, porque para nosotros la tierra es sagrada», afirmó Javier de León, lí­der del poblado de San Miguel Ixtahuacán donde explota oro la firma Montana, subsidiaria de la canadiense GoldCorp.

«El árbol y el agua son vida, protegemos la naturaleza porque nos da vida, nos alimenta, en cambio el oro no se come ni se bebe. La minerí­a en ningún momento es sostenible ni nos trae desarrollo, al contrario sólo nos trae destrucción porque contamina el agua y mata la vida», argumenta.

De León asegura que la explotación de los minerales metálicos y no metálicos, además de acarrear «destrucción, también provoca conflictos sociales porque contamina las relaciones entre comunidades, como está comprobado en América Latina».

De acuerdo con De León, el uso desmedido de 250 mil litros de agua por hora que utiliza la firma ha afectado ocho manantiales que abastecen a las comunidades. Además, esa cantidad de agua es la que una familia dejará de recibir durante 22 años, asegura.

El lí­der es respaldado por la dirigente de la Asociación de Mujeres Indí­genas Xincas de Santa Marí­a Xalapán, Lorena Cabnal, quien afirma que la explotación de minerales es «un saqueo, un despojo y una ofensa para la cosmogoní­a de los pueblos indí­genas, que está basada en la balanza hombre-mujer-naturaleza».

«En Xalapán existen altí­simos í­ndices de analfabetismo y mortalidad, pero ya están autorizadas 15 licencias de exploración de metales y otras 16 están en trámite. Con todas esas empresas operando van a anular la existencia de vida» en esa región, lamentó.

Cabnal considera que el hecho de que casi la totalidad de licencias autorizadas estén en las regiones más pobres del paí­s obedece a que es más fácil ingresar con «trampas ideológicas, como que ahora sí­ va a llegar el desarrollo, pero lo que llegará será la destrucción».

En los últimos dí­as, organizaciones sociales, indí­genas y campesinas han realizado protestas en la capital, bloqueos de carreteras y una caminata masiva de unos 40 kilómetros en contra de la construcción de una cementera.

Además, han realizado 38 consultas populares en las que se han manifestado más de 1,3 millones de personas mayores de edad y que han rechazado la construcción de hidroeléctricas y la explotación de minerales.

Sin embargo, esas consultas no son vinculantes pese a que están amparadas en el código municipal y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por este paí­s.

Datos del Ministerio de Energí­a y Minas indican que en el paí­s se han concedido más de 416 licencias para la explotación de recursos metálicos (149) y no metálicos (161), así­ como materiales de construcción (106).

Asimismo, precisan que en concepto de regalí­as (1%) el Estado ha recibido por esas actividades 2,3 millones de dólares -de los cuales el 50% es entregado a las municipalidades-, así­ como 11,5 millones a través del Impuesto a la Renta.

POR EDGAR CALDERí“N

Redacción France Press