El sueño de la unión centroamericana del prócer del siglo XIX, Francisco Morazán, encontró en el golpe de Estado en Honduras un gran obstáculo, pues ha creado tensiones entre países vecinos y la superación de la crisis parece lejana, estimaron analistas este lunes.
Basado en los principios de «paz, democracia, libertad y desarrollo», el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), creado en 1991, había podido sortear tensiones limítrofes entre los países y una que otra desgracia por fenómenos naturales, como el huracán Mitch, que dejó más de 20.000 muertos.
Pero el SICA enfrenta un gran problema interno, cuyo desenlace es impredecible, desde el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, el 28 de junio, pues los demás países de la región se niegan a reconocer al gobierno interino de Roberto Micheletti y tratan de aislarlo.
Los tres países limítrofes de Honduras -Guatemala, El Salvador y Nicaragua- cerraron por 48 horas sus fronteras al comercio con Tegucigalpa, mientras los organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, cortaron sus créditos al país.
Centroamérica está sufriendo perjuicios económicos por la crisis hondureña, admitió el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio de Centroamérica, el salvadoreño Jorge Daboud, quien aboga por la superación de la controversia por la vía «diplomática».
La tensión subió de nivel el domingo cuando Micheletti acusó a Nicaragua de estar movilizando tropas hacia la frontera con Honduras. Si bien esto fue rápidamente desmentido por el presidente Daniel Ortega, hizo evocar los violentos días en que operaban desde Honduras los «Contras» que luchaban contra los sandinistas de Nicaragua.
Centroamérica se vio perjudicada, además, porque la Unión Europea suspendió la ronda de negociaciones para un Acuerdo de Asociación con la región, que debía realizarse esta semana en Bruselas.
Para el analista salvadoreño Juan Héctor Vidal, lo que pasó en Honduras no puede verse como «un acontecimiento político más», pues causará problemas a toda la región, donde casi dos tercios de sus más de 40 millones de habitantes viven en la pobreza.
«Lo único claro es la persistencia de un clima de zozobra y división en la ciudadanía hondureña y de intranquilidad en la comunidad centroamericana», dijo Vidal.
Advirtió que la situación de Honduras puede desembocar «en un caos interno y en un aislamiento total de ese país, si las partes involucradas no se atienen a lo que decida la comunidad organizada de naciones».
Las sanciones económicas y diplomáticas anunciadas repercutirán de manera «inevitable» en el resto de Centroamérica, estimó el analista.
«Me parece que la salida posible tiene que ver con el respeto al Estado de derecho. Tiene que ver con un trabajo muy de fondo en el tema de la democracia», dijo a la AFP la analista costarricense Josette Altmann Borbón.
«Aquí lo que se requiere es un trabajo de diplomacia, de filigrana», agregó Altmann, una investigadora de la FLACSO en San José.
La crisis congeló los planes de Unión Aduanera y otros proyectos destinados a coronar el sueño de Morazán, un unionista hondureño fusilado en 1842 en Costa Rica, que ahora es honrado en toda Centroamérica.
Curiosamente, aprovechando el buen clima con sus vecinos, Zelaya había pedido el 18 de mayo al gobierno salvadoreño que los restos de Morazán fueran llevados temporalmente a Honduras en octubre, para las celebraciones del 217 aniversario del prócer.
La petición, que no fue respondida por el gobierno salvadoreño, generó inmediato rechazo en historiadores salvadoreños, que recordaron que Morazán dejó expresamente estipulado en su testamento: «quiero que mis cenizas descansen en el suelo de El Salvador, cuyo pueblo me fue tan adicto».