En Nueva Zelanda, las paredes «se bamboleaban como gelatina»


Las paredes de las casas de Christchurch

Las paredes de las casas de Christchurch «se bamboleaban como si fueran de gelatina», contaron habitantes de la segunda ciudad de Nueva Zelanda, donde un violento sismo causó enormes daños materiales en la madrugada de hoy.


El terremoto de magnitud 7,0, uno de los más fuertes registrados en este paí­s, provocó fisuras en veredas y calles y destruyó fachadas de edificios, dejando las calles cubiertas de vidrios rotos y escombros. A pesar de la magnitud de los destrozos, sólo dos personas sufrieron heridas graves en esta ciudad de unos 340.000 habitantes.

«No debe haber una casa, no debe haber ni una familia en nuestra ciudad que de alguna forma no haya sufrido daños personales o en su propiedad», según el alcalde de la ciudad, Bob Parker.

El director de una escuela que se encuentra cerca del epicentro del sismo, Markham McMullen, dijo haber tenido la impresión de que un tren se habí­a dado contra su casa y la habí­a sacudido tanto que él y su mujer se cayeron de la cama.

«Era espantoso. Sacamos a nuestra hija de su dormitorio y nos metimos abajo de la puerta de entrada. La televisión cruzó el cuarto volando (…). Tení­amos los pelos de punta», afirmó.

Para Annette Stewart, que también vive en la zona de Darfield, «era como estar adentro de un lavarropas inmenso».

Los edificios más viejos fueron los más dañados, aplastando automóviles estacionados y cubriendo las calles con vidrios quebrados.

El hotelero Richard Hawes creyó que se iba a morir cuando se empezó a sacudir el edificio de 130 años. «Se bamboleaba como gelatina», declaró.

Para el ministro de Defensa Civil, «tuvimos muchí­sima suerte de que no hubiera muertos».

Así­, Marsha Witehira piensa que hubiera muerto de no haberla ayudado a escaparse un amigo, poco antes de que la pared de su casa se cayera encima de su cama.

«No me cabe la menor duda de que me salvó la vida», declaró al diario Christchurch Press.

Se derrumbaron edificios, quedaron cortados puentes y el suministro de energí­a eléctrica fue suspendido, mientras que los conductos de agua, gas y aguas servidas se rompieron.

Rosie Jerram, una niña de 10 años de edad, vivió «el momento más aterrador de (su) vida».

Las autoridades declararon el estado de emergencia en esta ciudad y advirtieron a los habitantes que no se acerquen a los edificios que sufrieron daños por temor a nuevos derrumbes, ya que las réplicas continuaban.

«Así­ nos será un poco más fácil evacuar a la gente de los edificios si hace falta, y cortar las calles», anunció el alcalde Parker en la radio nacional.

Sin embargo, miles de curiosos seguí­an recorriendo las calles con más destrozos y sacaban fotos o filmaban lo que veí­an y niños jugaban en las calles llenas de baches.

De acuerdo con los cálculos iniciales se produjeron daños estimados en unos 2.000 millones de dólares neozelandeses (1.440 millones de dólares, 1.120 millones de euros).