Cuando se conoció la iniciativa de ley para regular el mercado de las medicinas, ante los evidentes abusos que se cometen contra los ciudadanos con productos absolutamente necesarios para pacientes con distintas dolencias que no pueden usar su poder como consumidores dejando de comprar el producto sobrevalorado, varias voces surgieron alegando que en una economía de libre mercado como la nuestra no se pueden establecer controles y regulaciones que afecten los precios.
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El debate y la historia no son en absoluto nuevos. Desde que existe el comercio ha habido la tendencia a que sean los factores de mercado, la oferta y la demanda en concreto, los únicos reguladores de los precios de los productos. Mientras más abastecimiento hay de un producto y menor la demanda, más bajo será el precio, en tanto que cuando hay escasez o por alguna razón sube el interés de los usuarios por adquirirlo, la tendencia será al alza y las distorsiones, casuales o causadas de mala fe, terminan siendo corregidas por lo que llaman la “mano invisible del mercado”.
En el transcurso de la historia de la humanidad hemos vivido períodos en los que los Estados adoptan medidas para regular el comportamiento de la economía y algunos creen que ello es únicamente por caprichos ideológicos, pero hay que entender que en el comportamiento social hay movimientos pendulares. Cuando se inicia un período de absoluta libertad no faltan los avorazados y largos que hacen su agosto y explotan condiciones especiales en las que la mano invisible no puede funcionar, como en el caso de las medicinas, puesto que el enfermo tiene que comprar, por fuerza, los medicamentos que le son indispensables para superar sus dolencias. Y es entonces cuando, ante los abusos y excesos, se plantean acciones como la que ahora se discute en el Congreso para regular por ley un mercado en el que hay notables distorsiones. Los períodos en la historia en los que ha existido control y regulación del mercado son consecuencia de los abusos cometidos en nombre de la libertad económica.
La reciente crisis financiera mundial es un ejemplo de ello. Atendiendo a la generalizada teoría económica de libre mercado, se liberaron controles y regulaciones que existían para las entidades financieras y estas empezaron a utilizar el dinero de los ahorrantes para financiar hipotecas que fueron calificadas como tóxicas porque no llenaban requisitos de garantía que respaldaran las inversiones. Se produjo la burbuja inmobiliaria que afectó a muchos países del mundo y vino no sólo la quiebra de muchas de las entidades, sino que también el perjuicio a millones de ahorrantes que perdieron sus pensiones y retiros.
La lección es que no se puede ser ciego creyendo que la mano invisible del mercado es superior a la malicia y la voraz actitud de algunos agentes económicos que encuentran mecanismos, como el de los oligopolios, para evitar que pueda hablarse con propiedad de condiciones de mercado. Si no podemos escoger proveedor porque todos están de acuerdo en meternos el sombrero, de qué mano invisible hablamos. Si no podemos dejar de comprar un producto porque es indispensable y el vendedor se columpia con el precio, cómo se aplica la ley de oferta y demanda. Y son esos abusos los que provocan controles y regulaciones.