En medio de la tormenta financiera


Hace varios meses nuestro hijo nos invitó al partido de futbol americano que se celebró anoche en el Estadio de los Steelers en la ciudad de Pittsburgh, y lejos estábamos de imaginar que ese evento esperado con ansia por los aficionados ocurrirí­a el mismo dí­a en que la bolsa de valores se hundió perdiendo 777 puntos en una jornada tras la decisión del Congreso de no aprobar el plan para inyectar miles de millones de dólares a la economí­a golpeada por la especulación y el abuso.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Asistimos al estadio con un grupo de amigos norteamericanos y por supuesto que la plática previa al juego giró alrededor de la crisis y su todaví­a no conocida dimensión final. Pero poco a poco el ambiente deportivo se fue imponiendo y la conversación derivó hacia el juego que movilizó a decenas de miles de personas todas las cuales tení­an alguna prenda de vestir que les identificaba como aficionados del equipo local. Le pregunté a uno de los más conocedores cuál era a su juicio la mayor diferencia entre un juego normal de la temporada y el esperado «Monday Night Football» y me decí­a que el público era mucho más ruidoso y habí­a más gente con tragos porque los preparativos empezaban para muchos desde la misma mañana, cuando estacionan sus carros en los grandes parqueos y empieza la fiesta en ese mismo lugar.

Sin embargo, al terminar un juego que fue emocionante y llegó a tiempo extra antes de que ganaran los locales, comentamos que no se pudo apreciar ese especial fenómeno que, según los aficionados, distingue al juego del lunes por la noche. Y comentamos que pese al entusiasmo que se vio en las graderí­as, la gente está seriamente preocupada por lo que pueda ocurrir en el futuro inmediato porque no se ve una salida para la crisis provocada por las sucesivas quiebras de instituciones financieras que aprovecharon la ventana de la ausencia de control y regulación para realizar malos negocios que dejaron a los poseedores de acciones en quiebra, pero que a los ejecutivos y altos empresarios les permitieron ganar cientos de millones de dólares.

Y en parte el problema de ayer tuvo que ver con el comportamiento de estos ejecutivos porque pretendí­an que buena parte de los 700 mil millones de dólares que iba a aprobar el Congreso tuvieran como destino el pago de sus indemnizaciones y otros privilegios.

Viendo a los 60 y pico mil aficionados gritar entusiasmados cuando su equipo ganó en tiempo extra pensé que en ese momento no importaba nada lo que habí­a pasado en el dí­a. Pero en el proceso de salir de ese mundo de gente vistiendo las prendas negro-amarillas del equipo, empecé a fijarme en los rostros y pude ver muchos con gesto adusto, de preocupación porque pasado el momento de euforia el choque con la realidad se volvió dramático. Ya en el auto, un par de comentarios sobre lo que pasó en el estadio y nuevamente volvió la plática a lo que espera a la economí­a norteamericana y las profundas nebulosas que se sienten en el ambiente. Y mientras los otros hablaban de cómo esta crisis les afecta en sus inversiones y en sus intereses, yo recordé la ya sobada frase de que si en Estados Unidos estornudan, a nosotros nos da una pulmoní­a, sensación que no se me alivió cuando esta mañana leí­a que las autoridades de la Superintendencia de Bancos decí­an que nuestra economí­a no estaba para nada en riesgo.