En materia de corrupción, nada ha cambiado


Si en algún foro van a hablar puras pajas es en el que hoy se inicia con la Conferencia Anticorrupción que principió en Guatemala con la presencia de más de mil delegados de distintos lugares del mundo, al menos en lo que al paí­s se refiere porque a pesar de los golpes de efecto que se han intentado para impresionar a los visitantes, como el cambio en las aduanas que supuestamente es producto de recientes descubrimientos de una nueva banda de contrabandistas, como si el mal no estuviera profundamente arraigado, la verdad es que después de cuatro años de sensibilizar a la población sobre el tema y llevarla a elegir a un gobierno precisamente con base en la necesidad de «salir de los corruptos», en el fondo no hay ningún cambio real para afirmar que el sistema se ha modificado para desalentar la práctica del enriquecimiento ilí­cito, el tráfico de influencias y la corruptela administrativa.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Es más, el gobierno engavetó durante años la ratificación del Tratado Contra la Corrupción y no fue sino hasta que ya los delegados estaban por venir que la desempolvaron. El sistema administrativo de Guatemala está hecho para alentar y fomentar la corrupción en distintas formas y pese a la creación de la figura de un comisionado de transparencia, seguimos teniendo una Contralorí­a de Cuentas estructuralmente débil, lo cual no es casualidad, y un Ministerio Público que tiene un inocultable cordón umbilical con la misma presidencia de la República, lo que le imposibilita investigar cualquier denuncia que se haga sobre actos de corrupción en el gobierno. Pruebas de cómo el fiscal Florido se hace de la vista gorda de denuncias concretas, como el pago que la empresa portuaria nacional hizo a un pariente del mandatario, abundan y permitirán en el futuro constatar que no ha habido en este gobierno más que un manejo publicitario y politiquero del tema de la corrupción.

Por supuesto que brotarán floridos (sin alusión al fiscal) los discursos de los delegados y el mensaje de apertura del presidente Berger será un dechado de autobombo, al punto de que afirman que la celebración de este evento en el paí­s es un «reconocimiento a los avances logrados en Guatemala para combatir la corrupción». Y sin duda hasta el mismo Presidente del Congreso tendrá la desfachatez de estar presente sin inmutarse ni darse por aludido cuando algunos delegados digan, como deberán decir, que la corrupción es una de las mayores causas del atraso de muchos pueblos que disponen de pocos recursos y que aun así­, permiten que sinvergí¼enzas se los embolsen.

Guatemala es, sobre todo, un paraí­so de impunidad y cuando se persigue a alguien es porque le están pasando una factura polí­tica, como pueden ser los casos de Portillo y el más reciente de Eduardo González, puesto en la picota por sus correligionarios por temas que tarde o temprano van a salir a luz aunque el mismo González no tenga la disposición ni el carácter para señalarlos como causa del sopapo que le propinaron sus mejores amigos.

Aquí­ sigue existiendo y floreciendo el tráfico de influencias, el pago de comisiones, los contratos a los amigos y cualquier otra forma de enriquecimiento ilí­cito, incluyendo el uso de partidas secretas extraí­das del presupuesto militar y el pichicato uso de los viáticos que es el arma del Presidente del Congreso. Negarlo es querer tapar el sol con un dedo y por concurrida que esté la conferencia anticorrupción y encendidos que sean los discursos, la verdad no puede ocultarse.