Todo empezó allá por el año 1973, apenas cuarenta años atrás, cuando siendo unos patojos nos juntó la vida en la Escuela de Comercio. Todo llegó por coincidencias aparentes, pero creo que el destino nos hizo converger en ese momento, una inscripción tardía, una sección “privada” y un enorme grupo de estudiantes iniciando su formación diversificada. Iniciamos nuestras clases en un salón que era más pequeño para el montón de estudiantes, luego nos pasaron al viejo salón de actos, en donde los hoyos en el piso de madera eran tantos como para un campo de golf.
Danilo Flores y yo íbamos del Central en donde nos conocimos en el año 1971, estudiando el segundo básico. En esos años habíamos consolidado una excelente amistad y el básquet nos terminó de integrar. Ambos decidimos irnos a Comercio para trabajar y ayudar en la casa. En este mismo salón estaba Chepe, José Reynoso, el Cotorro, con quien nos habíamos conocido unos años antes, aunque aquél estudiaba en el Aqueche. Chepe y Danilo se conocían anteriormente, así que la confluencia y la química se establecieron entre los tres rápidamente.
Por cuestiones familiares yo conocía a Edgar Abraham Palomo, el famoso Plumas, puesto que mis padres habían tenido una relación de amistad con la familia Palomo y ahí llegaba el Plumas a las diferentes reuniones siendo ambos unos niños. Su integración al grupo de tres fue bastante rápida. Fredy Aquino, Selvin en aquellos años, se nos integró como parte del grupo, pues veía en nosotros el deseo de salir adelante y estudiábamos en grupo. Fuera que también jugaba básquet y en los veintiunos de la Escuela compartimos el gusto por ese deporte. Dentro de la Escuela había un grupo de teatro y ahí destacaba un compañero de la clase, quien venía de Santa Lucía Cotzumalguapa y quien se nos unió rápidamente para el grupo de estudio, Juan Arturo Tobar, el Shusha. Dos amigos que venían de la Normal se incorporaron al grupo: Roberto Álvarez, el Gordo y Sergio Paredes. Nos convertimos en un grupo de ocho estudiantes, dedicados y chingones. De esos años para acá, Sergio falleció, el Shusha emigró, pero no nos hemos dejado de ver durante todos estos años con este entrañable grupo de amigos y hermanos.
El tenis de mesa fue otro deporte que nos unió tremendamente, fuera de estudiar, lo jugábamos todo el tiempo, de hecho todos lo aprendimos a jugar bastante bien. Una de las anécdotas, entre un montón, es que el día que mi hermana cumplió 15 años, le fuimos a dar una serenata los ocho, inolvidable.
El viernes pasado llegamos a la casa del Plumas y pasamos una jornada inolvidable nuevamente. Entre tantos recuerdos de tantos años, tantos amigos y compañeros, tantas anécdotas, nos dimos a la tarea de disfrutar y reiterar nuestra amistad y al calor de bromas, chistes, irreverencias y charadas que contagiaron de humor esa tarde húmeda y nublada. Hasta el Yayo Palomo se involucró en las bromas y chistes, mismos que fueron celebrados por el servicio doméstico del Plumas. Una lodosa chamusca de voleibol, con todo y alcanzabolas, Ángel Guillén, un buen amigo, quien se incorporó a este grupo, nos permitió retrotraernos en el tiempo para disfrutar de una entrañable, añeja y eterna hermandad. Salud, amigos, por una amistad para siempre. Gracias, Plumas, por permitirnos enlodar tu linda y acogedora casa.