En el paí­s del «por lo menos…»


Oscar-Clemente-Marroquin

Con motivo del pobre resultado de la selección juvenil que está jugando la Copa del Mundo en Colombia, he escuchado comentarios diciendo que pobres los patojos, pero que por lo menos ya llegamos a un Mundial, aunque nos caiga reata hasta debajo de la lengua, en lo que realmente es el reflejo de una actitud colectiva que tenemos los guatemaltecos de conformarnos con tan poco, de casi nunca soñar con nada grande e importante.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Aparte del fútbol, uno escucha la forma tan clara en que nos vamos resignando a nuestra suerte. Si tenemos un gobierno corrupto, no faltan los que dicen que al menos se hace obra o que los de turno son menos ladrones que otros que han pasado. No llegamos nunca a condenar la sinvergí¼enzada por lo que significa en sí­ misma y nos vamos acomodando a una realidad que nos indica que todos roban y que si acaso las diferencias están en la forma de hacer las cosas. Unos se indignan con los cajonazos de quienes se levantan el dinero mediante transferencias, pero no se inmutan ante los millones que se manejan en fideicomisos que sirven para evitar que se le siga la pista al dinero público.
 
 Miles de guatemaltecos se sienten hasta satisfechos luego de haber sido asaltados porque “por lo menos” no los mataron y todos estamos dispuestos a entregar nuestras pertenencias dócilmente a los ladrones. Absurdo serí­a pedir que nos plantáramos frente a los criminales para exponer nuestra vida, pero por lo menos todos los que hemos sido robados tendrí­amos que mantener presión, realizar algún movimiento para demandar de las autoridades que controlen a las bandas que operan impunemente en sitios por demás reconocidos y hasta con horarios establecidos.
 
 Podemos vernos sometidos al bloqueo de una importante ví­a y no tenemos más remedio que alegrarnos de que, por lo menos, el mismo no pasará de unas cuatro horas porque al fin y al cabo los manifestantes también quieren regresar a su casa. Otra bendición que tenemos es que en fines de semana no hay bloqueos ni interrupciones porque los que protestan son respetuosos de la llamada semana inglesa.
 
 El colmo de los colmos es que somos un pueblo consistentemente resignado a escoger al “menos peor” de todos los dirigentes que aspiran a un cargo público porque ni tenemos partidos polí­ticos ni verdaderos polí­ticos que se hayan formado y preparado para la gestión pública.
 
 Cuando en algún pueblo los vecinos se organizan para vapulear o matar a personas que son delincuentes o que lo parecen, mucha gente dice que “por lo menos” en esos lares hay justicia y que se puede castigar a los malos. Lo mismo dicen quienes hartos de ver que nuestros tribunales no funcionan, aplauden la ejecución de delincuentes que se hace en el marco de la llamada limpieza social y también decimos que “por lo menos” esos criminales no se salieron con la suya.
 
 Hoy mismo me impresiona ver que hay gente que se sorprende porque varios comentaristas defienden los preceptos constitucionales y creen que es un súbito interés marcado únicamente por lo que algunos llaman “sandrofobia”. Y es que es tan poca la gente que hace del respeto a la Constitución una devoción especial que, por supuesto, para el resto de la gente eso de andar exigiendo el más pleno y absoluto respeto a la norma fundamental de la República no tiene sentido. Si “por lo menos” la dejan participar, dicen unos, porque al fin y al cabo es así­ como funcionan nuestros esquemas mentales. Perder 5 a 0 en nuestro debut de la Copa del Mundo no arruga a nadie porque, por lo menos, ya llegamos.