En el ocaso del año


Luis-Fernandez-Molina_

Cuando se apagan las últimas luces de un año, al igual que cuando agoniza una persona, azota de repente un viento frío del norte que corre las cortinas de la agitación cotidiana que nos impide ver las verdaderas realidades de la vida. Se disipan las neblinas que cubren los recuerdos y en toda su extensión se descubren las memorias y desborda ese enjambre de sentimientos que permanecen escondidos bajo los pliegues de las diarias agendas.

Luis Fernández Molina


Rebosan con bullicio las fiestas de fin de año pero en medio de las botellas y los cubiertos se hace camino un espacio para la meditación.  Son momentos de mucha carga emotiva que excede a veces nuestra capacidad de reflexión y es por ello necesario acudir por ayuda de aquellos inspirados, de quienes podemos tomar luces orientadoras. Es que nos cuesta ubicarnos en esa geografía de los sentimientos donde nos desubicamos al ver que, sin remedio, se desvanecen los últimos celajes de diciembre. Representan lo fugaz y vano de la vida y que se escapan como los días de nuestra vida. Somos como un relámpago en medio de dos noches eternas.

Alguien dijo que “la vida es una obra de teatro que no da lugar a ensayos” empero otro lo enfoca desde diferente ángulo afirmando que “la vida un ensayo permanente de una obra que nunca se va a presentar”  y llega un momento en que, en palabras de Borges, “uno empieza a despedirse”. Se va el año como la misma vida, se va como la “Juventud, divino tesoro/ !ya te vas para no volver!/Cuando quiero llorar no lloro…/y a veces lloro sin querer…” . Quien nos ha ayudado a recordar la trascendencia de lo fugaz, desde hace 500 años es don Jorge Manrique, con sus coplas que aplican en todas las épocas: “Recuerde el alma dormida/avive el seso y despierte/cómo se pasa la vida/cómo se viene la muerte/tan callando (…)”; más adelante: “No se engañe nadie, no/pensando que ha de durar/lo que espera (…)” y “Nuestras vidas son los ríos/que van a dar a la mar/que es el morir/allí van los señoríos (…)allí los ríos caudales/allí los otros medianos/ y más chicos/y llegados, son iguales/ los que viven por sus manos/y los ricos.” En todo caso es preciso aprovechar cada minuto, ese inmenso tesoro que es la vida, no lamentar como dijo Thoreau: “Y descubrir a la hora de la muerte que no hemos vivido”.

Pero es bello hacer recuento y decir como Nervo: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida” y al final de su bello  poema: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz/ ¡Vida, nada me debes!! Vida, estamos en paz!” Independientemente de las metas en la vida lo importante es decir como Saulo de Tarso: “El tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla; he acabado la carrera; he guardado la fe.”
Pero luego  es preciso pasar la hoja porque la vida es un constante retorno de las estaciones. Siempre cambia pero siempre es la misma; muere pero vuelve a surgir. Por eso se abre como libro nuevo ese mes de enero y luego de nuestras anteriores reflexiones allí nos debemos, como dijo Churchill “Si el presente trata de juzgar el pasado perderá el futuro”. Deseo que el 2014 sea un año de muchas satisfacciones y bendiciones para todos.