En el Día del Trabajo


Eduardo-Blandon-Nueva

El trabajo tiene que ver con creación, poner el talento individual y generar para el momento o la posteridad.  No debería ser el oficio una tortura, aunque ya se sabe que lo es, en la medida en que se realizan obras monótonas.   El ser humano cuando edifica con sus manos, se construye a sí mismo y hace que el mundo sea más bello y presentable.

Eduardo Blandón


Más o menos, porque el trabajo exige gusto.  Hay una estética de la obra profesional: hay trabajos bellos y obras despreciables, mamarrachos arquitectónicos que nunca debieron existir.  Por eso no basta desgastar las manos, hay que poner ingenio.  El trabajo mecánico solo es inteligente si tiene sentido, cuando hay un propósito.  De aquí que haya trabajos hermosos de valor incalculable y obras vacuas.
 
Pero todo trabajo hecho con gusto (independientemente de sus dimensiones) tiene mérito.  El valor del trabajo consiste en la transformación del mundo.  Y quien trabaja, por mínimo que sea el obrar, construye.  Aunque hay trabajos orientados a lo contrario: a la destrucción.  Es el esfuerzo por construir para destruir.  Es la paradoja del trabajo mismo: la realización en ver cómo se echa por tierra lo que tocan las manos.
 
Trabajar es colaborar con Dios, dicen los cristianos.  Es una co-creación.  Si Dios crea de la nada (exnihil), el hombre (los seres humanos) hacen lo suyo para hacer este mundo a la medida de todos.  La vocación de todo hombre es poner su grano de arena.  Con su fantasía, inventa, este mundo es materia prima que necesita manos para sacarle brillo.  Dios pensó en la perfección del mundo poniendo a los hombres para finalizar la obra.
 
Hay que hacer apología del trabajo por todo su significado en una sociedad que estima cada vez menos el esfuerzo.  La filosofía contemporánea es la renuncia al sacrificio, la victoria del hedonismo sobre la disciplina.  Trabajar es ingeniárselas para volverse pícaro y obtener frutos sin dolor.  El sufrimiento es el regalo inmerecido que los dioses nos han dejado y el que hay que superar.  Detestamos ver nuestras manos ampolladas y nuestra espalda adolorida.  Queremos más por menos.
 
De aquí que estimemos al hombre vivo, al audaz que no tiene escrúpulos y consigue mucho con poco.  Es nuestro prototipo de hombre posmoderno.  El éxito hecho carne.  El triunfo de la inteligencia sobre el pensamiento mular.  El trabajo es para los bueyes, el hombre exitoso conoce el progreso con el mínimo esfuerzo.  Este es el modelo que siguen (seguimos) todos: el del político, el empresario o el pastor de iglesia.
 
En el Día del Trabajo hay que enaltecer el oficio del obrero que construye con sus manos, la pericia del intelectual que modela teorías, la valentía del periodista que indaga como sabueso.  También hay que reclamar al Estado su falta de voluntad para lograr que todos trabajen.  Estado fracasado, gobierno de pacotilla es aquel cuyos índices de desempleo son vergüenza nacional.  Como los últimos gobiernos que hemos tenido en nuestro país.  Como el de hoy.