En el Dí­a de la Maestra y el Maestro


Resalto varios elementos de esta fecha: se estableció en homenaje a la maestra Marí­a Chinchilla, muerta en los albores de la Revolución de Octubre; lo hizo el segundo gobierno de dicha Revolución para rendir homenaje al magisterio nacional; y remarcó la importancia que para Guatemala tení­a la educación en nuestro perí­odo de primavera democrática. Por ello, de 1954 hasta nuestros dí­as, la fecha ha servido para acompañar la lucha por la democracia.

Ing. Raúl Molina

Hoy, se rinde tributo a muchas abnegadas y abnegados maestros, algunos de los cuales son destacados con la Orden correspondiente por el gobierno. Valorizamos ese gesto, si bien hay miles de maestros y maestras que, con inmensos méritos, no la reciben. Reciben, no obstante, el reconocimiento de alumnos y alumnas, padres de familia y autoridades locales. Su mejor premio es ver que sus estudiantes se convierten en ciudadanos honrados y responsables. Lamentablemente, el eje del homenaje, que debiera ser el fortalecimiento de la carrera magisterial, ha sido abandonado. Lo que aún tienen los maestros ha sido el fruto, más bien, de incansables luchas y no pocos costos sociales y polí­ticos.

Se ha utilizado el término «vocación de maestro» para ir empobreciendo la carrera magisterial. Se espera que la maestra y el maestro den todo de sí­ sin pedir nada a cambio. Como los demás trabajadores del paí­s, también ellos sufren procesos de sobreexplotación. La norma es bajos salarios y mí­nimas condiciones, aparte de ir marginando a miles de maestros de la carrera con trucos empresariales. Para el Estado neo-liberal, la educación no es prioritaria y, por lo tanto, los educadores han sido puestos a nivel de subsistencia. En el negocio de la educación, como el neo-liberalismo la concibe, el abaratamiento del costo de producción depende de pagar menos y hacer trabajar más, eliminando las prestaciones. El resultado de nuestra falta de inversión en educación salta a la vista en todas las expresiones de subdesarrollo e ingobernabilidad que padece nuestro paí­s.

Hoy, no queda sino hacer un llamamiento a la continuidad de la lucha del magisterio nacional unida a la lucha sindical y popular. Se llama a la organización y a la acción, para exigir, cada vez más, las condiciones mí­nimas que educadores y educandos necesitan. La clase polí­tica abunda en frases bonitas para afirmar su compromiso con la educación; pero, a la hora de los hechos, particularmente con el presupuesto, se sigue en un «Estado de seguridad nacional». Así­, el magisterio, para defender a los educandos debe actuar polí­ticamente y con este actuar debe seguir educando, no sólo a sus alumnos sino a todos los ciudadanos.

El magisterio estuvo en primera fila en la lucha contra la dictadura de Ubico. Se debe hoy sumar a otras fuerzas vivas de vocación democrática para rescatar a nuestro paí­s, ya que debemos generar condiciones semejantes a las de 1944, cuando se hizo necesario el cambio profundo de las estructuras nacionales. No creo que exista maestro alguno que defienda ante sus alumnos la violencia, la corrupción y la impunidad. Es hora de pasar a su profunda condena en las aulas y a sumar esfuerzos por producir un movimiento nacional que las elimine por la ví­a electoral en 2011. Guatemala necesita la reserva moral del magisterio nacional.