En cumbre de popularidad


Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff. FOTO LA HORA: AP PRESIDENCIA Ricardo Stuckert

Luiz Inácio Lula da Silva, el obrero metalúrgico que alcanzó la presidencia de Brasil, culmina ocho años en el poder como el lí­der más popular en la historia reciente de su paí­s.


Lula entregará el mando el sábado a la presidenta electa Dilma Rousseff en condiciones envidiables: una economí­a en crecimiento, el desempleo más bajo de la historia e indicadores sociales cada vez mejores, con 28 millones de personas que salieron de la pobreza durante su mandato.

Todo reflejado en encuestas envidiables para cualquier gobernante. Sondeos divulgados las últimas dos semanas le atribuyen una popularidad de entre 83% y 87%, algo que ni él mismo hubiera imaginado cuando ganó su primera elección presidencial en 2002 después de tres intentos fallidos.

«Lula será algo que no tuvimos en nuestra historia, un presidente querido y respetado por casi todo el mundo», escribió el sociólogo Marcos Coimbra, presidente del Instituto Vox Populi, en un artí­culo de opinión.

Su gestión se caracterizó por un estilo popular y un discurso emotivo lleno de referencias a su infancia pobre y su vida como obrero en fábricas de vehí­culos de San Pablo, donde se convirtió en los años 70 en el principal lí­der sindical de Brasil.

Su estilo fue un contraste con la fineza intelectual de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, a quien se atribuye haber colocado al paí­s sudamericano en el camino de la estabilidad económica. A diferencia de Lula, Cardoso dejó el poder con menos de 40% de aprobación y no consiguió elegir a su sucesor.

Sin embargo, su popularidad no esconde las tormentas que enfrentó, particularmente en 2005, cuando un escándalo por presuntos pagos a legisladores para que aprobaran la agenda oficial estuvo a punto de derribar su gobierno.

El izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Lula, llegó al poder con la bandera de la ética y como una alternativa al tradicional clientelismo y corrupción reinantes en la polí­tica brasileña.

Pero en ocho años de gobierno entró en componendas con muchas de las fuerzas polí­ticas que atacó cuando era oposición y adoptó los mismos vicios que combatió, como el reparto de cargos a cambio de apoyo para impulsar su agenda legislativa.

Aún así­, el gobierno de Lula dejó una marca imborrable en la sociedad brasileña al promover la inclusión social sin abandonar la prudencia fiscal y el crecimiento económico. De ese modo mantuvo una base sólida de respaldo entre los sectores menos favorecidos mientras ganaba aplausos del empresariado.

«La economí­a es lo que hizo a Lula popular», comentó Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Polí­tica.

La de Lula «fue una era de intensa dinámica social que propició la inserción de apreciable contingente al mercado de consumo», escribió el consultor polí­tico Gaudencio Torquato.

El ministro de Trabajo, Carlos Luppi, lo definió como un «cí­rculo virtuoso» en el que se fortaleció la base de la pirámide social con programas de transferencia de ingresos y aumentos reales en el salario mí­nimo, lo que creó un nuevo sector de consumidores que vigorizó al mercado interno y al conjunto de la economí­a.

Sin embargo, Weisbrot consideró que el legado de Lula es más relevante en el campo internacional, al orientar la polí­tica exterior de Brasil hacia América Latina, Africa y Oriente Medio, reduciendo su dependencia de Estados Unidos y Europa.

«Lula cambió la orientación del paí­s al alejarlo de los paí­ses ricos del norte y orientarlo a los del sur, generando un cambio profundo en América Latina, que se ha vuelto más independiente de Estados Unidos de lo que es Europa», opinó.

Bajo el mandato de Lula, que no habla ningún idioma extranjero, Brasil se convirtió en un interlocutor clave en los grandes asuntos internacionales como la crisis financiera global y el cambio climático. Sin embargo, su ciclo termina sin concretar su anhelo de darle a Brasil un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Lula anticipó que después de unos meses de descanso continuará activo en la vida polí­tica con viajes por su paí­s y la creación de un instituto para llevar las experiencias brasileñas a naciones pobres de Africa y América Latina.