En celebración de la Cultura Garí­funa


La tradición oral constituye la base sobre la cual el pueblo garí­funa ha elaborado, en orgánico proceso histórico, una estrategia de resistencia ante el sistema dominante. Ese afincarse en los propios valores espirituales le ha permitido a través de los siglos, mantener su identidad como unidad social. Una cultura viva que enriquece nuestra nacionalidad guatemalteca y que en el año 2001 fuera declarada «Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad» por la UNESCO.

David de Gandarias

Ya el ilustre Roberto Dí­az Castillo ha largamente afirmado en prolijos estudios, que los pueblos indí­genas considerados como comunidades subalternas, han creado una cultura propia en contraposición a aquella oficial. Ese complejo cultural producto de la lucha por la sobrevivencia entablada por estas sociedades, adquiere su plena dimensión al reconocerse su potencialidad impugnadora de la dominación por fuerzas exógenas, las cuales basadas en objetivos de explotación económica, tienden a destruir todas aquellas manifestaciones que no obedecen a los principios dictados por su propia concepción del mundo.

Suele suceder que los juicios con los cuales se conceptúa al otro ?las sociedades diversas? son directamente condicionados por los valores de dicha cultura avasallante. En nuestro medio esto provoca crasos errores de apreciación en la interpretación de las actitudes y maneras de vida de las sociedades indí­genas. Es el caso particular de la comunidad garí­funa cuya concepción en el imaginario colectivo de la mayorí­a de guatemaltecos, es aquella de alegres bailadores y tocadores de tambor sin más trasfondo que una visión placentera de la existencia.

Por el contrario estas manifestaciones externas están basadas en una profunda espiritualidad que se objetiva en expresiones de carácter ritual, que saldadamente enraizadas en su origen africano y amerindio, concretizan una interpretación del mundo y una forma de vida que difieren sustancialmente de las ideas oficiales impuestas por la cultura blanca.

En cuanto a las formas en que dichas expresiones se manifiestan es interesante señalar, como apropiadamente apunta el estudioso jamaiquino Rex Nettleford, que la cultura de la negritud se propone como basada en la reiteración, o sea una cultura circular («a loop based culture») ?rasgo que en alguna manera la lingí¼ista italiana Michela Craveri observa también en los mayas, al estudiar el arte verbal K´iche? y que las hace fundamentalmente divergentes de la cultura occidental, caracterizada por la linealidad del discurso.

Del 22 al 26 de noviembre se celebra en Livingston, Izabal, el Dí­a del Garí­funa, en esta ocasión las entidades organizadoras de la celebración CODISRA Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo y ONEGUA Organización Negra Guatemalteca han decidido dar a la celebración un carácter académico y de intercambio internacional, realizando un seminario con la presencia de intelectuales estudiosos de la cultura garí­funa como Roy Cayetano, Salvador Suazo, Luther Castillo, Claudina Ellington, Alfonso Arrivillaga y Mario Ellington entre otros. Participa además la delegación garí­funa de Nueva York quienes apoyan la realización del festival internacional de música, danza y gastronomí­a con la intervención de grupos provenientes de Belice, Honduras, Nicaragua y Guatemala. El evento culmina con la representación del Yurumein ?escenificación ritual de la llegada a las costas centroamericanas? el 26 de noviembre, fecha que fuera declarada Dí­a del Garí­funa por el Congreso Nacional de la Republica de Guatemala en 1996.

Este año se cumplen 204 años de presencia del pueblo garí­funa en Guatemala. Quiere la tradición oral que en el año 1802 un bergantí­n con un nutrido grupo de hombres y mujeres garí­funas bajo la guí­a del legendario Marcos Sánchez Dí­az, desembarca en las costas de la bahí­a de Amatique, llamada por ellos en su conjunto Gulfu Iyumou (la boca del golfo) y que asentándose en ellas funda la ciudad de Labuga (la boca).

La epopeya de conformación del pueblo garí­funa es magnifico paradigma de heroí­smo. Desde la inmigración forzada de la madre ífrica atravesando los mares Atlántico y Caribe hasta tocar las costas centroamericanas, transcurre una larga historia de lucha por los propios derechos y de resistencia ante la opresión. Estos, pueden exhibir orgullosamente su génesis de pueblo indí­gena negro americano nunca sometido a la esclavitud. Su transcurso histórico explica la fuerza interna de una nación que conserva su propia mismidad, confrontándose a un sistema polí­tico, económico, social y cultural discriminatorio y racista.

La épica garí­funa ve en sus orí­genes a náufragos sobrevivientes a las fuerzas del Caribe. Cuenta la memoria colectiva, que en fecha no precisada del 1,600, hombres negros secuestrados y llevados en cadenas, sobrevivieron en rebelión al naufragio de barcos esclavistas provenientes de ífrica y dirigidos hacia las llamadas por los españoles Indias Occidentales.

Las Islas de Barlovento llamadas Antillas Menores fueron testigo de la llegada de estos hombres fugados a la libertad quienes tocan tierra en San Vicente (llamada Yurumein) en donde se encuentran con los caribes rojos, quienes a la sazón predominaban en la zona. Este grupo indí­gena célebre por su fiereza y determinación, habí­a sometido a los arahuacos ?antiguos pobladores del archipiélago? exterminando a los hombres y apropiándose de sus mujeres.

Hecho que ilumina el porqué los garí­funas actuales ? directos descendientes de ese grupo social? conservan aún rasgos de división lingí¼í­stica entre hombres y mujeres como legado de la lengua caribe-arahuaca. Según el estudioso Salvador Suazo, el idioma garí­funa consta de 70% de vocablos pertenecientes a la lengua arahuaca de la cual conserva la estructura lingí¼í­stica, enriqueciéndola con la fonética africana e incorporando a través del tiempo vocablos franceses, ingleses y españoles.

Los tránsfugas negros entablan con los caribes rojos una relación de complicidad en contra de la dominación blanca. Con el transcurrir del tiempo los africanos se mezclan con la población indí­gena local y generan una de las primeras etnias indí­genas negras de América: Los Garí­nagu, denominados caribes negros y que conocemos como garí­funas.

Para fines del Siglo XVIII el pueblo garí­funa predomina en San Vicente. Temidos por los colonizadores blancos, las relaciones con estos atraviesan diversos estadios de tensión polí­tica, se firman acuerdos, se libran escaramuzas y batallas hasta llegar a verdaderas guerras.

Más que interesante es necesario dada nuestra sistemática carencia de educación histórica, evidenciar en este contexto que los garí­funas junto a los mayas ?el estudioso negro Nigell Bolland nos enseña que los mayas resistieron a los conquistadores españoles con éxito por 150 años en la defensa de Belice, en la legendaria Tipú? constituyen pueblos de la Zona Caribe que entablan larga lucha armada contra los ejércitos europeos.

Bajo la guí­a del jefe garí­funa Joseph Satuyé ?actual héroe nacional de la Republica de San Vicente y Las Granadinas? mantienen cruentas batallas que culminan en la llamada Segunda Guerra Caribe que va de 1795 al 1796. Después del asesinato de Satuyé a manos inglesas, los garí­funas son finalmente derrotados y luego de permanecer prisioneros en el islote de Becquia, son expulsados hacia Honduras desembarcando en la isla de Roatán en 1797.

Desde allí­ pueblan paulatinamente la costa norte del istmo y a través del tiempo desempeñan un papel importante, deviniendo aliados de los españoles, en la defensa de las costas centroamericanas contra los ingleses. Su presencia es determinante tanto en el desarrollo económico de la región como fuerza de trabajo en los más diversos oficios, así­ como en la cimentación de las nuevas republicas a través de sus servicios ?muchas veces de relevancia? como miembros de los ejércitos militares centroamericanos. No es coincidencia que el Wanáragua llamado también Yankunú, una de las diversas danzas de la cultura garí­funa, constituya una de las pocas dentro de la cultura indí­gena guatemalteca que es caracterizada como expresión danzaria guerrera.

La cultura del pueblo garí­funa que partiendo de su espiritualidad y su idioma se extiende desde manifestaciones musicales y danzí­sticas de insólita complejidad y belleza constituidas por una nutrida diversidad de géneros, a una refinada gastronomí­a, pasando por su profundo conocimiento del mar y su notable habilidad constructiva y artesanal, encarna en su conjunto una de las más grandes riquezas culturales de Guatemala ?y de la humanidad como ya señalado por la UNESCO? que permanece aun escasamente estudiada por nuestras instancias académicas y mucho menos conocida por la gran mayorí­a de los guatemaltecos.