En busca del espacio público perdido


POR MARIO CORDERO íVILA

Aún recuerdo, cuando era niño, los juegos en el Barrio Moderno, al pie del Cerrito del Carmen. Aún era posible transitar por bicicleta, jugando, por las calles de la ciudad. Lo único peligroso en el Cerrito del Carmen era temer que se apareciera El Sombrerón. Si no se querí­a ir al montí­culo fundador de la ciudad de Guatemala, también hacia el otro lado, al oeste, se podí­a ir a Ciudad Nueva, a los parques que habí­a en ese lugar. O bien, los barrancos y espacios al natural, para poder ensuciarse. Sin embargo, algo ha pasado en nuestra ciudad capital que nos ha cortado el acceso a esos espacios.


Unas personas socializan en las bancas instaladas en el Paseo de La Sexta. FOTO LA HORA: JOSí‰ OROZCOUn transeúnte observa con curiosidad la escultura instalada en el paso peatonal. FOTO LA HORA: JOSí‰ OROZCO

Por múltiples razones, los guatemaltecos hemos visto que los espacios, en vez de abrirse, se están cerrando. El espacio público, por definición, son todos aquellos espacios que se contraponen a la propiedad individual privada, y que están abiertos para la socialización de una comunidad.

En Guatemala, usualmente los espacios públicos más comunes, en todos los municipios, son: el Parque Central, los frentes de las iglesias, las canchas deportivas, o, a veces, algunos sitios naturales que tienen infraestructura para llegar a reposar, y tiendas o abarroterí­as que permiten la confluencia de los clientes y que éstos se queden conversando.

El espacio público, pues, cumple una función fundamental dentro de la cultura, ya que permite la confluencia para la conversación. No siempre se encuentran a las mismas personas, pero si se quiere encontrar a alguien para conversar, seguramente ahí­ se encontrarán.

Pero, sin duda, el elemento que más ha provocado el cierre de los espacios públicos ha sido la violencia y la inseguridad. Hoy dí­a, los parques y canchas deportivas permanecen cerradas la mayor parte de las 24 horas, y sólo abren cuando se considera que son horas hábiles.

En muchos casos, la decisión de cerrar ha sido por parte de las autoridades o vecinos organizados, luego de casos de robos, o, incluso, ataques personales o violaciones sexuales, por lo que se ha optado por cerrar durante el lapso en que no hay luz solar, lo que significa que, en paí­ses como Guatemala, esté cerrado 12 de las 24 horas del dí­a.

Pero no sólo la violencia ha provocado el cierre de estos espacios. Los lugares públicos también han servido para que grupos delincuenciales, desde clicas de pandillas hasta el crimen organizado, sean sus puntos de confluencia para el tráfico o bien la reunión de sus miembros, por lo que se ha preferido cerrarles estos espacios, pese a que ello signifique se le cierren a los mismos vecinos.

EL PAPEL DE LOS CENTROS COMERCIALES

Los centros comerciales, sobre todo los que ofrecen atractivos extras (juegos, cine, restaurantes, etc.), se han convertido en los nuevos «espacios públicos», ante el cierre de espacios de los espacios abiertos públicos.

Es obvio decirlo, pero ello supone también la comercialización del espacio público, que no es tan público, porque sin consumir, a veces se restringe la libre permanencia, además de que la socialización ocurrida ahí­ está afectada por otros intereses, sobre todo los comerciales. La gente confluye a estos espacios públicos para consumir, pero no para comunicarse y socializar.

Pero, mal que bien, los centros comerciales, debido a la seguridad que podrí­an ofrecer, son una opción posmoderna ante el cierre de espacios públicos. No es de extrañar, pues, que aquella mañana cuando aparecieron cuatro cabezas cortadas en diferentes puntos de la ciudad (y con mensajes para nuestras autoridades de seguridad), una de las cabezas haya aparecido en el ingreso por la pasarela de un centro comercial; es decir, el crimen está interesado en restringir la socialización, lo cual permite la comunicación y la organización de una sociedad.

CRIMEN ORGANIZADO

El cierre de espacios públicos, como se ha dicho, se genera sobre todo por la inseguridad y la violencia. Un asalto cualquiera, perpetrado por un criminal común y/o esporádico, podrí­a motivar tal situación.

Sin embargo, se ha observado que, como ya se mencionó, es parte de la estrategia de los grupos delincuenciales tomar el control de estos espacios públicos, ya que éstos permiten sus reuniones y apropiarse del territorio.

Es común, hoy dí­a, observar las pintas en las paredes, con sí­mbolos no comprensibles para un lector común, y cuyo objetivo no es más que marcar el territorio.

Pero no sólo se trata de decir: «Aquí­ estoy yo, y esto es mí­o». También se sabe, sobre todo en las zonas marginales de la ciudad capital y en los departamentos, que el crimen organizado implanta toques de queda a la población, y que ésta no puede salir, pase lo que pase, de sus casas. Durante la noche, puede pasar cualquier cosa, y el crimen se apropia de lo que es de todos.

ENCLAUSTRACIí“N

Como parte de una reacción en contra de la territorialización del crimen organizado, en diferentes sectores del paí­s, pero sobre todo en la ciudad capital, se observa la cada vez creciente tendencia de enclaustrarse o dividirse. Es decir, crear áreas cerradas de un grupo de viviendas más o menos organizadas.

Usualmente, la división puede ser por los lí­mites de las colonias o barrios; pero a veces, los accesos de la ví­a vehicular no permiten el cierre de todo el sector, por lo que se opta por dividir la colonia y enclaustrarse por aparte.

Dicho sea de paso, este mismo fenómeno fue el ocurrido tras la caí­da del Imperio Romano de Occidente; los territorios, ante la amenaza de los pueblos bárbaros, optaron por romper con la unidad imperial y crear pequeñas regiones que pudieran protegerlos. De a poco, este proceso provocó la conformación de feudos, que, con el paso del tiempo, quisieron expandirse hasta formar los reinos y, posteriormente, los paí­ses que más o menos hoy se conocen.

El enclaustrarse ha provocado una especie de ansiedad entre los vecinos, ya que supone la aceptación que prefieren ellos encerrarse, ante la imposibilidad del Estado de encerrar a los delincuentes. El aislarse y encerrarse, y, además, el sentirse (casi) seguros sólo en ese espacio cerrado, también provoca estrés y necesidad de meterse cuanto antes.

RITMO DE VIDA

Pero no sólo la violencia y la inseguridad han motivado la confluencia en espacios públicos. El ritmo de vida que se lleva hoy dí­a ha hecho que la mayorí­a de gente vaya de la casa al trabajo, y del trabajo a la casa.

Cuando se planteaba, en todo el mundo, que la jornada laboral fuera de ocho horas, consistí­a en una simple división de las 24 horas del dí­a en tres partes, de 480 minutos cada una: ocho horas para trabajar, ocho para dormir, y el resto para la recreación.

Sin embargo, las jornadas laborales se han hecho más largas, o bien las personas se han visto obligadas a trabajar horas extra o en un segundo lugar, para paliar las carencias económicas. Y para ello, se opta por restarle tiempo a las ocho horas para la recreación que, dicho sea de paso, son las que se utilizan para interactuar en los espacios públicos.

Además, el crecimiento urbano ha hecho que buena parte del tiempo las personas lo consuman en el simple traslado. Al menos, una hora de ida, y otra de regreso, si no es que dos o más horas.

Los escolares, por ejemplo, para trasladarse de sus casas a un colegio de la predilección de los padres, deben atravesar la ciudad en el bus, que pasa recogiéndolos, incluso, desde la 4:30 o 5:00 de la mañana. El trabajador también puede gastar horas metido en el tráfico, lo cual le resta el tiempo para la socialización, sobre todo, tomando en cuenta, que dentro del flujo vehicular se ven vehí­culos para cinco o más personas, pero bien podrí­an ser monoplazas, porque sólo va el conductor.

OTRAS RAZONES

En fin, también existen otras razones para la pérdida del espacio público. Por ejemplo, la proliferación de tecnologí­a dentro del hogar, que hacen más cómoda la vida dentro, en vez de afuera.

Anteriormente, el hogar era el espacio para comer y dormir, y afuera era para trabajar y recrearse. Sin embargo, la televisión, a mediados del siglo XX, inició con romper este paradigma, y propuso que dentro de la vivienda también podrí­a haber distracción. Con la proliferación de los recursos tecnológicos, sobre todo de entretención (teatro en casa, equipos de sonido, videojuegos, etc.) ha motivado, especialmente en los jóvenes, que se opte por permanecer en casa, en vez de salir.

Otras razones también ha sido la pérdida de lugares naturales (rí­os, lagos, sobre todo) por el cambio climático. En algunos departamentos, estos lugares podrí­an servir también para la confluencia de la población, pero por la contaminación se ha perdido su poder de reunir al pueblo.

Y, la comercialización indiscriminada del espacio público, ha hecho que muchas personas opten por no acudir cuando no se tienen los recursos. O, por ejemplo, en la antigua Calle Real o 6a. avenida de la zona 1 de la ciudad capital, antiguo lugar de paseo, perdió su encanto al permitirse la saturación de puestos callejeros, que cohibieron el paso por el lugar (LEER: EL PASEO DE LA SEXTA)

EL PASEO DE LA SEXTA


Como una forma de empezar a recuperar el espacio público, la Municipalidad de Guatemala realiza proyectos para tal fin. El más reciente, por ejemplo, surge con el paso del Transmetro por la 6a. avenida de la zona 1.

Ello supuso el traslado de las ventas informales hacia la plaza El Amate, además del cierre del paso vehicular por esta avenida, la cual también se conoce como Calle Real, por su nombre colonial, ya que ésta dirigí­a hacia la Plaza Mayor.

La Municipalidad ha denominado a este proyecto Paseo de La Sexta, el cual incluye la peatonalización de la ví­a, así­ como brindar espacios para la socialización (bancas) y la liberación del espacio, afí­n de que la población se sienta más cómoda para acudir.

Asimismo, se pretende que este Paseo de la Sexta motive la instalación de otro tipo de negocios a lo largo de la ví­a, tales como restaurantes, librerí­as, galerí­as de arte, etc.

Un área de este paseo ya tiene buen rostro. Se trata del sector entre la 8a. y 9a. calles, es decir, en el inicio del paseo desde el parque central hasta la 18 calle. Ahí­ se puede apreciar, además, la escultura «El grito» del artista José Toledo Ordóñez, que intentará ofrecer ornamento a este paseo.

Este paseo se une con otros esfuerzos por recuperar el espacio público, como el cierre para el paso peatonal en los alrededores del parque central (Plaza de la Constitución), o el Paseo de las Letras, en la 18 calle de la zona 1, así­ como el proyecto, ahora en decadencia, del cierre para el paso peatonal en lo que se conoce como Cuatro Grados Norte, en la zona 4 de la ciudad capital.

FESTIVAL DEL CENTRO HISTí“RICO


Otra propuesta para empezar a recuperar el espacio público en la ciudad consiste en el próximo Festival del Centro Histórico, el número trece en su edición, cuyo tema central será «Transformando el espacio público». El festival iniciará esta semana, el 12 de agosto, y culmina el 22 de este mes, como parte de las celebraciones por el patronazgo de la ciudad capital.

Se prevé que habrá más de 130 actividades artí­sticas en 25 lugares diferentes del Centro Histórico. La inauguración será el 12 de agosto en la Plaza de la Constitución (parque central), a las 17:30 horas, con un evento musical.