En busca de las respuestas de los enigmas del Universo


El Gran Colisionador de Hadrones inició su actividad hoy, dando paso a una de las maquinarias que más ha despertado el interés de la ciencia de las últimas décadas.

El Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), el mayor acelerador de partí­culas del mundo, empezó a funcionar hoy en la frontera franco-suiza con la misión de dar respuesta a las grandes preguntas sobre el origen del Universo.


Una primera ráfaga de partí­culas efectuó hoy por la mañana una vuelta completa al anillo de 27 km, enterrado a 100 metros bajo tierra, cerca de Ginebra.

El director general de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), Robert Aymar, se refirió a un «dí­a histórico» para la humanidad, que «quiere saber de dónde viene y adónde va, y si el universo tiene un fin».

Entre sus principales objetivos, el LHC deberá detectar las partí­culas elementales de la materia -que predijo la fí­sica teórica pero jamás han sido observadas- y podrí­a poner en evidencia las partí­culas denominadas «supersimétricas», que componen la materia negra.

Un primer haz de protones fue inyectado poco después de las 09H30 locales (07H30 GMT) en el LHC.

«Tras la inyección del haz, se necesitaron cinco segundos para obtener datos», declaró el director del proyecto, Lyn Evans.

Una luz en las pantallas de control indicó que el haz habí­a entrado correctamente en la primera sección del anillo, provocando gritos de júbilo y aplausos de alivio de los cientí­ficos presentes en la sala.

Tras este inicio, siguió el lanzamiento de un segundo haz que giró en sentido contrario. Las primeras colisiones de protones -para las que habrá que esperar aún varias semanas- se producirán a energí­as de 450 gigaelectronvoltios (Gev), es decir cerca de la mitad de la potencia del Fermilab de Chicago, que hasta ahora era el mayor acelerador del partí­culas del mundo.

Sólo más tarde, probablemente a fines de octubre, las energí­as aplicadas en el LHC alcanzarán niveles de hasta 7 teraelectronvoltios (Tev), es decir cinco veces superiores a la potencia del Fermilab.

El objetivo del LHC es «adquirir la comprensión sobre el comportamiento de la materia más fundamental», declaró a la AFP Daniel Denegri, un fí­sico que trabaja en uno de los cuatro detectores de partí­culas instalados en torno al anillo.

«Esperamos hacer descubrimientos que podrí­an ser muy espectaculares», agregó.

Las colisiones de protones que se provocarán en el interior del LHC producirán brevemente una temperatura 100.000 veces superior a la del Sol y deberí­an permitir detectar partí­culas elementales que no se han podido observar hasta hoy, entre ellas el bosón de Higgs, última pieza de la teorí­a del «Modelo Estándar» que darí­a su masa a todas la otras.

«Creo que es bastante probable» que el LHC halle esta partí­cula, dijo el profesor Peter Higgs, de 79 años, pocas horas después de su puesta en marcha.

Las altí­simas energí­as aplicadas permitirán recrear durante una fracción de segundo el estado del universo durante la primera cienmilésima de segundo tras el Big Bang, es decir el nacimiento del Universo hace 13.700 millones de años.

Las colisiones podrí­an crear asimismo pequeños agujeros negros que los cientí­ficos del LHC aseguran que no comportarán ningún peligro debido a su efí­mera presencia.

Rumores que circulaban por Internet desataron la preocupación por la posibilidad de que éstos absorbiesen toda la materia a su alrededor, provocando el fin del mundo.

Durante más de diez años, han participado en este proyecto «7.000 cientí­ficos del mundo entero», recordó la ministra francesa de Investigación, Valerie Pecresse, al saludar el miércoles su puesta en funcionamiento.

Estados Unidos, India, Rusia, Japón, y varios paí­ses europeos han contribuido a sufragar los 3.760 millones de euros que costó el acelerador.