La fuga del productor de amapola Cornelio Chilel puede considerarse como una mancha más al tigre en el panorama de la impunidad existente en el país, porque es evidente que le sirvieron en bandeja la oportunidad de escabullirse, con el agregado de que se expuso a los agentes de la Policía Nacional Civil que, en medio de las dificultades y desventaja de verse emboscados por un grupo armado con fusiles de grueso calibre, todavía trataron de oponer resistencia. La fuga de otro preso en el sistema guatemalteco ya no debiera ni ser noticia, pero obviamente ese comportamiento de quienes arriesgan la vida de los agentes de la PNC es deleznable en todo el sentido de la palabra.
El problema de la incapacidad del Estado para contrarrestar toda forma de crimen y la existencia de redes a lo largo y ancho, a lo alto y profundo de toda la estructura, que promueven facilidades para que aquí ningún delincuente pueda ser condenado es una cuestión más que evidente. Imagine el lector lo que significa tener a un preso acusado de controlar las plantaciones de amapola en el país en las condiciones en que estaba Chilel y, peor aún, que el juez ordenara que se le trasladara a un remoto municipio, al que se llega por un poco transitado camino propicio para cualquier emboscada para que rindiera su declaración.
En otros países, con cierto tipo de delincuentes de alta peligrosidad y que pueden escapar por sus redes de contactos, es usual que las autoridades judiciales se trasladen a los centros de reclusión a fin de evitar el peligroso traslado de ese tipo de personas. No hace falta ser un genio en seguridad ni experto en inteligencia para entender que hay individuos que poseen todos los recursos para montar operativos de gran envergadura que les permitan escapar de buenos centros de detención, no digamos de un grupo de agentes enviados para trasladarlo en un vehículo común y corriente.
Es una vergí¼enza para el Estado esa situación, pero es también una acción que deben investigar seriamente las autoridades el haber expuesto de esa forma a los agentes de la PNC. Muchas veces hemos criticado a los agentes de policía por considerar que la institución está plagada de elementos que no cumplen con su deber, pero ahora es justo reconocer el mérito, el valor y la entereza de este grupo que al menos trató de hacer frente al ataque y que se puso en serio peligro, al extremo de que varios resultaron heridos, para evitar la fuga. Ojalá que se averigí¼e bien qué provocó la inaudita orden judicial y que se establezca cómo es posible que un preso de esa importancia pudiera estar en las condiciones en que estaba Chilel, porque no sólo no es justo que sigamos viendo cómo la impunidad se afianza, sino que además pongamos en grave riesgo la vida de aquellos agentes que están dispuestos a cumplir con su deber.