Así como la campaña política se intensifica, también aumenta esa sensación de asfixia, al menos en mí, por el clima de ansiedad que se vive en el país.
Y si, mientras escucho los jingles de los y las candidatas, mientras las vallas sobrepasan la velocidad de lectura de mi vista al mismo tiempo que calculo cualquier motocicleta que pueda acercarse, me siento angustiada.
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De hecho salir a las calles, aun y cuando se vaya en vehículo y no en bus estresa, porque aparte de la poca cortesía que se tiene en el tema vial, por ejemplo, pedir la vía es como decirle a quien se lo solicitamos: acelere, púyele; dé los bocinazos; las contradicciones de Emetra con los semáforos y por supuesto el miedo constante a un cañón en la ventana.
Las noticias, algo que debería evitar o cambiar por música relajante, parecen decirme: mejor no salgas, no vayas allá, no mires al del lado… Y bueno la propaganda, la constante ola de promesas, quejas (y eso que yo soy quejista), burlas y ataques hacia los contrincantes, me persiguen en la radio, en los muppies, vallas, volantes, paquetes de fósforos, stickers adornos de antena, en la prensa, en la tele y en el subconsciente, repiquetea en mi cabeza una canción u otra sin siquiera ser simpatizante del partido al que promueve. De hecho, tengo que decirlo, no me apetece votar por ninguno, no les creo, no me dan confianza, no me dicen ni siquiera lo que espero oír y, sin embargo, se que debo ejercer este derecho, que si no voto seré tan responsable como lo soy ahora de quien nos gobierne mañana. ¡Qué contradicción!
Me siento ahogada, el clima varía y sube como los discursos de Torres y Pérez, me sudan los pies por el calor y las manos cuando agarro mi bolsa mientras cruzo una calle temiendo que quien camina a mi lado o el que viene en la moto, o hasta en el auto, pueda arrebatármela, sumiéndome en un montón de trámites, porque al final lo que roban es más tiempo que dinero, con estas circunstancias lo último ya no lo tenemos, porque cada vez que somos víctimas de la violencia debemos correr a tramitar nuevos papeles con un Renap que todos conocemos, licencia, etcétera.
Cansada, sí de oír cómo los más jóvenes creen que la violencia y la fuerza puede mejorar las cosas y de ver cómo las personas que yo creía con ideales se venden a quien tiene más posibilidades de acceder al poder, para llenarse los bolsillos, como lo están haciendo ahora otros conocidos. Porque al final esa es la meta de todo político que se jacte de serlo en un país como este en donde a nadie le importa el otro.
Las colonias se cierran, las talanqueras dividen y el que se quede fuera que vea qué hace, las escuelas no son seguras, aunque sea el título de un programa de Gobierno que no conozco bien, basta ver cómo las balas atraviesan láminas y paredes y los niños y niñas se exponen mientras reciben una educación mediocre.
Tengo miedo constante y yo no soy así, me canso más que antes tan sólo de ver, oír y sentir lo que pasa y me estresa, me angustia, me preocupa lo que va a pasar mañana, lo que le queda a mi hija en un país donde la droga manda, paga y hasta se hace parte del imaginario cultural.